Me encuentro sentado en el asiento de un avión de regreso a Guatemala, es día sábado, son las 5 de la tarde, y la verdad tengo muchas ganas de regresar a casa. Regularmente, mientras regreso a Guatemala, suelo utilizar este tiempo para reflexionar acerca de lo que aprendí en el viaje. Tuve la oportunidad de participar en una exhibición de productos de la industria en la que trabajo, en la ciudad de Chicago, Estados Unidos.
Las personas que estamos en trabajos comerciales, sabemos que participar en este tipo de exhibiciones, shows o como o ferias de negocios, es sumamente importante para ampliar nuestra visión de trabajo, ya que regularmente se adquieren buenas ideas, se hacen nuevos contactos, se afianza las relaciones interpersonales con los proveedores con quienes ya se trabaja, y brinda la oportunidad de conocer las tendencias de la industria; por lo mismo yo suelo recomendar a los amigos que se encuentran en la fase de crecimiento de un negocio, que inviertan en participar en este tipo de actividades. Pues bien, en este viaje tuve la grata oportunidad de conocer varios distribuidores latinoamericanos de quienes puedo reflexionar en una gran lección; ¿qué tienen en común un empresario de Monterrey, México, que ha sido sumamente exitoso en su negocio, que viste de sombrero y botas vaqueras, con ese otro empresario de Colombia que viaja de traje corte europeo, sumamente exitoso? ¿qué tiene en común el paisano empresario guatemalteco, cuyo padre empezó el negocio vendiendo escobas y que hoy en día tiene varias tiendas muy renombradas en mi país, y que le permite la oportunidad a su familia de continuar con ese legado comercial? ¿cuál es el factor común que se puede percibir en las conversaciones con esos otros empresarios centroamericanos que iniciaron con muchas limitaciones un pequeño negocio, que años más tarde les ha permitido crecer de forma consistente? Pues bien, en todas las conversaciones que logro tener entre pasillos, cafés colas o bien cenas con proveedores, llego a una conclusión: trabajo diligente y consistente.
No me queda la menor duda que todas estas personas con quienes conversé tienen el factor común de trabajar duro, trabajar consistente y ordenadamente. Veo regularmente el factor común en todas las personas emprendedoras exitosas que conozco, que han trabajado muy duro en su fase inicial, más duro en su fase de crecimiento, y aún continúan trabajando de forma muy disciplinada en sus fases de expansión. Creer que un negocio exitoso, seguirá siendo exitoso sin continuar trabajando es algo muy arriesgado. Como decía en tono norteño, el empresario mexicano, que migro de Nuevo León a Cancún, quien con su familia desarrollaron el nombre más importante de la industria de limpieza en ese país, “es al ojo del amo que engorda el ganado, yo mismo fui ha hacer las investigaciones de mercado para saber si era negocio, antes de tirarme al agua; yo mismo fui a preguntar a los posibles clientes sus preferencias y áreas de oportunidad, yo mismo fui a vender, yo mismo con unos ayudantes descargamos los primeros camiones; ciertamente las cosas han cambiado, pero sigo trabajando igual”.
Trabajar duro, en forma consistente y ordenada. Estar totalmente convencido de que un negocio exitoso, no se forma de la noche a la mañana, que se requiere sembrar para luego cosechar, que se requiere orden financiero para no empezar a comer los frutos que todavía no han madurado; que consolidar un buen nombre es mejor que adquirir muchas riquezas, creo personalmente que son factores en común de gente que inicia negocios y tiene éxito.
Aprovecho a invitarle a que me acompañe todos los lunes a las 5.30 PM en 98.1FM donde seguimos explorando ideas para gente emprendedora y empresaria.