48 Leyes del Poder, Robert Greene
Traducido a más de 20 idiomas, fue publicado originalmente en1998, siendo el primer libro escrito por Robert Greene, que luego se convirtió en un Best Seller internacional. Este titulo dio paso a otros cuatro libros más que también escalaron rápidamente hasta convertirse en Best Sellers: “El arte de la seducción” (2001), “Las 33 estrategias de la guerra” (2006), “La Ley 50/50 centavos” (2009) y “Maestría” (2012), los subsiguientes títulos aun no tienen el mismo éxito de ventas que estos primeros 5.
48 Leyes del Poder, es un libro de 602 paginas, que se volvió una lectura prácticamente “obligatoria” para quienes deseaban incursionar en el qué-hacer político o bien para quienes buscaban entender estrategias de crecimiento en corporaciones de entornos muy voraces y competitivos (donde se permite de todo). ¿Qué si lo recomiendo? No necesariamente. Muchas de las leyes son relacionadas al uso de manipulación y engaño. Creo que es bueno conocer las 48 leyes porque, son una recopilación de la forma como funciona actualmente el contexto político, social y de negocios hoy en día; pero sinceramente, no considero que sea una lectura para aplicar en la mayoría de sus conceptos. Mi recomendación más bien, es que el lector examine los conceptos de cada ley, y escoja las leyes que quiere profundizar, de acuerdo a sus propios valores, principios y su forma particular de ver la vida. En mi caso de las 48 leyes, yo he seleccionado 15 que hacen sentido para mí, he escogido algunos conceptos que comparto con usted con algunos arreglos en el texto.
LEY No. 9 GANE A TRAVEZ DE SUS ACCIONES, NUNCA POR MEDIO DE ARGUMENTOS
Demuestra con acciones no con palabras. No des argumentos, responde con acciones, Miguel Ángel estaba terminando una escultura y un arrogante noble vino a decirle, “¡que obra mas perfecta! solo que la nariz se ve defectuosa”. Entonces Miguel Ángel agradeció la observación, la tomó en cuenta y empezó a trabajar haciendo como si la reparaba sin invertir tiempo ni esfuerzo (aunque efectivamente no lo hizo). Pero el noble quedó muy complacido.
Cualquier triunfo circunstancial que usted obtenga a través de argumentación verbal en realidad es sólo una victoria pírrica: el resentimiento y la mala voluntad que así genera son más intensos y duraderos que cualquier acuerdo momentáneo que haya logrado. Es mucho más eficaz lograr la coincidencia de otros con usted o a través de sus acciones, sin decir palabra alguna. No explique; demuestre.
“Nunca discuta. En una sociedad no debe discutirse nada; sólo presente resultados.” Benjamín Disraeli
LEY No. 10 PELIGRO DE CONTAGIO: EVITE A LOS PERDEDORES Y LOS DESDICHADOS.
Evite al infeliz y al desafortunado. Puedes morir a causa de ellos, debido a que infectan a otras personas.
Asóciate con los felices y afortunados. “Show me a man’s Friends and I will tell you about that man’s character”. Debemos amar al pobre y no discriminar a la gente pero tenemos que tener cuidado quien me influencia.
La desdicha de los demás puede conducirlo a la muerte: los estados de ánimo son tan contagiosos y tóxicos como una enfermedad infecciosa. Aunque sienta que debe tenderle una mano a alguien que se está hundiendo, lo único que logrará con ello será acelerar su propia caída. A menudo, los perdedores son los artífices de su propia desgracia y terminan por trasnmitirla a quien quiere ayudarlos. Evítelos y, en cambio, frecuente a individuos ganadores y felices.
Reconozca la buena fortuna, a fin de poder elegirla como compañera; y a los desafortunados, para poder evitarlos. El infortunio suele ser culpa de la necedad, y entre quienes la padecen no hay enfermedad contagiosa. Nunca abra su puerta a la menor de las desgracias, porque si lo hace otras muchas la seguirán de inmediato…
No se gana nada asociándose con quienes sólo contagian miseria y sus desgracias. En cambio, al acercarse a los afortunados sólo ganará poder y buena suerte. Si ignora esta ley, lo hace bajo su propia responsabilidad.
LEY No. 13 CUANDO PIDA AYUDA, NO APELE A LA COMPASIÓN O A LA GRATITUD DE LA GENTE, SINO A SU EGOÍSMO.
Al pedir ayuda apele al interés propio de las personas nunca a su agradecimiento o a su bondad. No le recuerdes a la gente el favor que les hiciste. Encuentra algo que les de beneficio e insiste en ello. ¿Puedo darte consejos? ¿Manipulación o preguntar las cosas de otra manera? El humano pregunta ¿qué hay para mi? Las personas no quieren perder su tiempo.
Si necesitas recurrir a la ayuda de un aliado, no te molestes en recordarle el apoyo que le diste en el pasado. Lo pasado se ignora o se olvida. Si, en cambio, al formular tu pedido de colaboración muestras elementos que beneficiarán a la otra persona y haces gran hincapié en ellos, tu contrincante responderá con entusiasmo a tu solicitud, al detectar el beneficio que podría obtener.
“El camino mejor y más corto para hacer fortuna es hacer comprender a los demás, con toda claridad, que si promueves tus intereses también beneficiarás a los de ellos.” (Jean de La Bruyére, 1645-1696).
Cuando las personas emanan codicia, no apeles a la caridad. Cuando ellos quieren parecer nobles y caritativos, no apeles a la codicia.
LEY No. 28 SE AUDAZ AL ENTRAR EN ACCIÓN.
Entra en acción con audacia. Sin dudas, ni vacilaciones, timidez o miedo. Errores de audacia se corrigen con más audacia. Dese cuenta que en las entrevistas de trabajo o en la evaluación de ascensos, regularmente se contrata y se promueve al valiente, no al cobarde, jamás al miedoso.
Si te sientes inseguro frente a determinado curso de acción, simplemente no lo intentes. Tus dudas y titubeos se transmitirán a la ejecución del plan. La timidez es sumamente peligrosa; lo mejor es encarar toda acción con audacia. Cualquier error que cometas por ser audaz se corregirá con facilidad mediante seas más audaz. Todo el mundo admira al audaz; nadie admira al timorato, al cobarde, al miedoso.
La audacia y la vacilación generan respuestas psicológicas muy diferentes en sus destinatarios: la vacilación pone obstáculos en el camino; la audacia los elimina. Una vez que hayas comprendido esta diferencia, comprobarás que es fundamental que superes tu natural timidez y te ejercites en el arte de la audacia.
Los siguientes son los efectos psicológicos más marcados de la audacia y de la timidez:
Los leones rondan a la presa que vacila. La gente tiene un sexto sentido para ver las debilidades de los demás. Si durante un primer encuentro demuestras tu disposición a aceptar lo que te digan, a echarte atrás o a batirte en retirada, despertarás el león en la otra persona, aunque no necesariamente sea un ser sanguinario. Todo depende de la percepción; una vez que seas considerado como una persona que se pone a la defensiva, que estás dispuesto a ceder y seguir cediendo, serás manipulado sin piedad.
La audacia genera temor; el temor en el contrario te genera autoridad. El gesto audaz te hará parecer más grande y más poderoso de lo que realmente eres. Cuanto más furtiva rapidez de una serpiente, más temor inspirarás.
Si andas con medias tintas cavarás una fosa profunda donde será difícil salir.
La vacilación abre brechas, mientras que la audacia cierra brechas. La rapidez del movimiento y la energía de la acción no deja a los demás espacio para la duda o la preocupación.
La audacia te diferencia del rebaño. No podemos apartar nuestra mirada de los audaces, solemos estar ansiosos de observar su siguiente y atrevido gesto. Puesto que la audacia es una reacción adquirida, también es una actitud que hay que aprender a controlar y a utilizar a voluntad. La timidez no tiene cabida en el ámbito del poder; no obstante, podrá beneficiarse con ella si la simula. En tal caso, por supuesto, deja de ser timidez para convertirse en un arma ofensiva: usted atrae a la gente con su fingida timidez, para poder asestar luego el zarpazo audaz.
LEY No. 29 PLANIFIQUE SUS ACCIONES DE PRINCIPIO A FIN
Un final brillante constituye el corolario que da énfasis a todo su accionar. Planifique su camino teniendo en cuenta todas las consecuencias posibles, todos los obstáculos y todos los giros del azar que puedan incidir de manera negativa sobre su trabajosa elaboración y otorgar la gloria a otros. Planificar todo un proceso, de principio a fin, evitará que lo abrumen los factores negativos y les permitirá saber con exactitud cuándo detenerse. Maneje la fortuna con cuidado y determine el futuro planificando a largo plazo.
“Al principio somos nosotros quienes guiamos los acontecimientos y los mantenemos bajo nuestro poder, pero a menudo, una vez encaminados, son los hechos lo que nos guían a nosotros y nos arrastran.” (Montaigne, 1533-1592)
Si usted se ata con demasiada rigidez a un plan de acción le resultará imposible manejar adecuadamente los repentinos cambios y variaciones. Una vez que haya analizado las posibilidades futuras y elegido un objetivo, deberá incluir alternativas en su plan y abrirse a nuevas rutas que conduzcan a su meta.
Si usted tiene claros sus objetivos y sabe prever, comprenderá que el futuro es incierto y que usted debe mantenerse abierto a las posibilidades de adecuación. Pero sólo el tener objetivos claros y un plan a largo plazo le permite hacer esa libertad.
LEY No. 33 DESCUBRA EL TALÓN DE AQUILES DE LOS DEMÁS
Todo individuo tiene un punto débil, una fisura en la muralla que rodea su fortaleza. Por lo general, esa debilidad se convierte en un elemento de presión que podrá manejar a su antojo y, por supuesto, siempre a su favor.
Una de las cosas más importantes que hay que comprender con respecto a la gente es que todos tienen una debilidad, alguna parte de su armadura psicológica que no resistirá, que cederá ante la voluntad de usted, si la encuentra y la presiona. Algunas personas demuestran abiertamente sus debilidades; otras, tratan de disimularlas. Quienes las disimulan suelen ser los que más rápidamente se desmoronan cuando uno encuentra ese hueco en su armadura.
Al planificar su ataque, tenga presentes los siguientes principios:
Preste atención a los gestos y las señales subconscientes.
“Ningún mortal puede guardar un secreto. Si sus labios callan, parlotea con las yemas de los dedos; se delata a través de todos los poros”. Sigmund Freud
La clave no reside sólo en qué buscar, sino en cómo y dónde buscar. La conversación cotidiana ofrece una de las minas más ricas en debilidades, así que aprenda a escuchar. Comience por parecer siempre interesado: la presencia de oído atento y comprensivo incentivará a hablar a cualquiera. Un truco muy eficaz, que utilizaba con frecuencia el estadista francés Talleyrand, es el de simular sincerarse con la otra persona, compartir un secreto con ella. Puede decir algo inventado o algo real pero que no revista mayor importancia para usted. Lo importante es que parezca salirle del alma. En general, provocará una respuesta que revela una debilidad de la otra persona.
Descubra al niño indefenso. La mayoría de las debilidades se generan en la infancia, antes de que el yo construya defensas para compensarlas. Una señal de que ha encontrado ese punto débil es que, cuando usted lo menciona, la persona suele actuar como un niño. Por lo tanto, permanezca atento a cualquier tipo de comportamiento que debiera haberse superado.
Busque contrastes. Quienes hacen alardes de coraje suelen ser grandes cobardes. Los tímidos mueren por llamar la atención.
Encuentre el eslabón débil. Esos manipuladores del poder que actúan detrás de la escena son el eslabón débil del grupo: sepa ganarse el favor de esa persona, e indirectamente podrá influir en el rey. Por otra parte, incluso en un grupo de gente que parece actuar en pos de un mismo objetivo por ejemplo, cuando el grupo es agredido y cierra filas para resistir al intruso siempre hay un eslabón débil en la cadena. Encuentre a la persona que cederá a la presión.
Llene el vacío. El inseguro y el infeliz son las personas menos capaces de disimular sus debilidades. La habilidad de llenar esos vacíos emocionales es una importante fuente de poder, que puede prolongarse por tiempo indefinido. Más consiste en destreza que en decisión: hay que saber por dónde presionar a cada uno. No hay voluntad sin un motivo especial, y éste es diferente según la variedad de los gustos. Todos los hombres son idólatras; unos de la fama, otros del interés y la mayoría del deleite. La maña está en conocer estos ídolos para motivar cada voluntad.
“Conocer a cada uno de lo que lo impulsa es como tener la llave del querer ajeno.” Baltasar Gracián
LEY No. 34 ACTÚE COMO UN REY PARA SE TRATADO COMO TAL
Su forma de actuar determinará cómo lo tratarán los demás: a la larga, una presencia vulgar o común hará que la gente le pierda el respeto. Un verdadero rey se respeta a sí mismo e inspira el mismo sentimiento en los demás. Al adoptar una actitud de rey, mostrando confianza en su propio poder, logrará que lo consideren destinado a llevar una corona real sobre la cabeza.
La corona. Colóquela sobre su cabeza y adoptará una posición diferente, de serena, pero radiante seguridad. Nunca demuestre sus dudas, nunca pierda su dignidad bajo el peso de la corona, o ésta no le sentará, sino que parecerá pertenecer a otro, más digno que usted. No espere la coronación; los grandes emperadores se coronan ellos mismos.
“Y en todo sea como un rey por méritos, aunque no lo sea en realidad, que la verdadera soberanía consiste en la entereza de costumbres.” (Baltasar Gracián, 1601-1658).
Nunca cometa el error de pensar que usted se eleva mediante la humillación de los demás. Tampoco es sensato estar demasiado por encima de la multitud, dado que se convierte en un blanco fácil para sus adversarios. Hay momentos en los que una posición demasiado aristocrática puede resultar peligrosa.
LEY No. 35 DOMINE EL ARTE DE LA OPORTUNIDAD
Nunca demuestre tener prisa, ya que el apuro delata una falta de control sobre el tiempo y sobre su propio accionar. Muéstrese siempre paciente, como si supiera que, con el tiempo, todos sus deseos se cumplirán. Conviértase en especialista en el arte de detectar el momento propicio para cada cosa. Descubra el espíritu de los tiempos actuales y las tendencias que lo llevarán al poder. Aprenda a mantenerse a la expectativa cuando el momento propicio no haya llegado, y a golpear con fuerza cuando la oportunidad le sea propicia.
“El espacio se puede recuperar; el tiempo jamás.” Napoleón Bonaparte, 1769-1821.
El tiempo depende de la percepción, la cual, según sabemos, puede alterarse a voluntad. Esto es lo primero que debemos comprender en relación con el arte de controlar el tiempo y determinar el momento oportuno. Si el torbellino interior causado por nuestras emociones hace que el tiempo parezca pasar más de prisa, y determinar el momento oportuno. Si el torbellino interior causado por nuestras emociones hace que el tiempo parezca pasar más de prisa, se puede deducir que, una vez que controlemos nuestras respuestas emocionales a los hechos, el tiempo transcurrirá con mayor lentitud.
Hay tres tipos de tiempo que es preciso aprender a manejar; cada uno presenta sus propios problemas, que pueden resolverse con práctica y habilidad. En primer lugar, tenemos el largo plazo: el tiempo que se estira a través de los años y que debemos manejar con paciencia y dirigir con cuidado. Nuestro manejo del largo plazo debe ser el más defensivo: es el arte de no reaccionar de manera impulsiva, de esperar la oportunidad. A continuación, tenemos el tiempo forzado: el tiempo a corto plazo que podemos manipular como un arma agresiva, para modificar la planificación temporal de nuestros adversarios. Y por último tenemos el tiempo final, el momento en que un plan debe ejecutarse con rapidez y violencia. Hemos esperado, encontramos el momento propicio y no debemos titubear.
LEY No. 36 MENOSPRECIE LAS COSAS QUE NO PUEDE OBTENER: IGNORARLAS ES LA MEJOR DE LAS VENGANZAS.
Desprecia las cosas que no puedas tener. Ignorarlas es la mejor venganza. Cuanta más atención al enemigo más fuerte lo harás.
Al prestar atención a un problema trivial, lo convierte en real y le confiere importancia. Cuanta más atención le preste a un enemigo, más lo fortalecerá. Y, a menudo, un pequeño error se magnifica en el intento de corregirlo. A veces, lo mejor es dejar ciertas cosas por completo de lado. Si hay algo que usted desea, pero no puede obtener, menosprécielo. Cuando menos interés demuestre, mayor será el nivel de superioridad que verán los demás en usted. El deseo incontrolable lo hará parecer débil, despreciable y patético. Si le voltea la espalda al objeto de su deseo, le demostrará menosprecio y desdén.
“HOMBRE: Patéalo; él te perdonará. Adúlalo; podrá adivinar o no tus verdaderas intenciones. Pero ignóralo, y te odiará.” Idries Shah, Caravana de Sueños, 1968.
En lugar de centrar la atención en un problema y agravarlo mediante la difusión de cuánta preocupación y ansiedad está causando, a menudo es mejor desempeñar el papel de desdeñoso aristócrata y no dignarse siquiera a reconocer la existencia de dicho problema. Hay varias formas de llevar a la práctica esta estrategia. Una táctica mucho más poderosa consiste en simular que en realidad eso nunca le interesó. Segundo, cuando usted sea agredido por alguien inferior, desvíe la atención de los demás dejando en claro que el ataque no le hizo mella. Mire hacia otro lado, conteste con dulzura, demuestre cuán poco lo afecta ese ataque. De forma similar, cuando usted haya cometido un error, le convendrá minimizarlo y restarle mayor importancia.
Entre pares, esta táctica puede resultar un tiro que sale por la culata: su indiferencia podrá hacerlo parecer insensible. Pero con un superior, si usted actúa con rapidez y sin gran alharaca, puede resultar muy efectiva: usted ignora la respuesta furiosa del otro, le evita gastar tiempo y energía en reproches, y le brinda la oportunidad de mostrar en público su generosidad.
Si nos embarcamos en excusas y negaciones cuando nos sorprenden en un error o un engaño, no haces sino empeorar las cosas. A menudo es más inteligente revertir el juego.
Recuerde: la respuesta poderosa a pequeñas y mezquinas ofensas o problemas consiste en mostrar menosprecio y desdén. Nunca revele que algo lo ha afectado u ofendido: eso sólo demuestra que usted reconoce la existencia de un problema. El desdén es un plato que conviene servir frío y sin ceremonias.
“El desprecio la más política venganza…. No hay venganza como el olvido, que es como sepultarlos en el polvo de su propia nada.” (Baltasar Gracián, 1601-1658).
Es necesario jugar la carta del menosprecio y del desdén con cuidado y delicadeza. Casi todos los pequeños problemas desaparecen por sí mismo si se los deja en paz. Sin embargo, hay algunos que crecen y supuran si usted no les presta atención. Si ignora a una persona de posición inferior, cuando quiera acordarse, ese individuo se habrá convertido en un serio rival, y el menosprecio de usted la habrá vuelto vengativa. Desarrolle la habilidad de percibir los problemas mientras todavía sean pequeños y atacarlos antes de que se vuelvan incontrolables o ya no tengan remedio. Aprenda a diferenciar entre lo potencialmente desastroso y lo levemente irritante, es decir, la pequeña molestia que desaparecerá sola. Sin embargo, en cualquiera de los dos casos, nunca descuide el problema por completo. Mientras un problema siga vivo, puede arder y volver a estallar en llamas en cualquier momento.
LEY No. 39 REVUELVA LAS AGUAS PARA ASEGURARSE UNA BUENA PESCA.
La ira y las emociones son estratégicamente contraproducentes. Siempre deberá mantenerse sereno y objetivo; pero si puede enfurecer a sus enemigos mientras usted conserva la calma, obtendrá una ventaja decisiva. Desubique a su enemigos: descubra la grieta a través de la cual pueda sacudirlos y manejarlos.
Un estanque de peces. Las aguas son claras y calmas, y los peces están más cerca del fondo que de la superficie. Revuelva las aguas, y comenzarán a emerger. Revuélvalas un poco más, y se irritarán y morderán lo que tengan a su alcance, incluso un anzuelo con carnada.
Autoridad: Si su adversario es temperamental y precipitado, procure irritarlo. Si es arrogante, trate de fomentar su egocentrismo… Quien tiene la habilidad de hacer mover a su enemigo lo hace creando situaciones distintas, según cuáles lo inciten a la acción; tiene al enemigo con algo que éste no pueda resistir.
“Mantenga a su enemigo en movimiento, tentándolo con una carnada, y luego atáquelo con sus tropas de elite.” (Sun-Tzu, siglo IV a.C.)
Cuando juegue con las emociones de la gente, deberá tener mucho cuidado. Estudie al enemigo de antemano: hay algunos peces que más vale dejar en el fondo del estanque.
Hay ocasiones en que un estallido de ira en el momento oportuno podrá favorecerlo, pero deberá tratarse de una ira prefabricada y estrictamente controlada. Eso le permitirá determinar con exactitud cómo y sobre quién caerá. Nunca provoque reacciones que a la larga puedan volverse contra usted. Y utilice esos estallidos con la menor frecuencia posible, para tomarlos más intimidatorios y significativos.
LEY No. 40 MENOSPRECIE LO QUE ES GRATUITO
Ten cuidado de lo gratis. Gratis es de las palabras más caras que puedas escuchar. Nunca nada es gratis. Todo lo que es gratuito es peligroso, ya que por lo general implica alguna treta o un compromiso oculto. Las cosas que tienen costo valen la pena pagarse. De esta manera, no estará obligado a gratitud alguna, se verá libre de culpa y evitará fraudes y engaños. Lo más inteligente, es a menudo, pagar el precio total. Cuando hablamos de excelencia no hay gangas. Sea generoso con su dinero y hágalo circular, dado que la generosidad es señal e imán de poder.
En el ámbito del poder, todo debe ser juzgado por su costo, y todo tiene un precio. Con frecuencia, lo que se ofrece de forma gratuita o como una ganga implica un precio psicológico: complejos sentimientos de obligación, concesiones con respecto a la calidad, la inseguridad que tales concesiones producen, y otras desventajas semejantes.
Al hacer el regalo apropiado, usted coloca al destinatario en una posición de obligación. La generosidad suaviza a la gente…y hace más fácil embaucarla.
Al distribuir su riqueza en forma estratégica, fascinará a los cortesanos, creará placeres y conseguirá aliados valiosos.
Observe a los maestros del poder: los Césares, la reina Isabel, Miguel Ángel, Los Médici. Entre ellos no hay un solo avaro.
El pez codicioso. El pez codicioso deshumaniza el dinero. Frío e inescrupuloso, sólo ve las impersonales cifras de un balance comercial. Nadie quiere trabajos con un pez codicioso, por lo cual estos individuos suelen terminar aislados, víctimas de su propia ambición. El pez codicioso es la presa preferida de los grandes estafadores.
El demonio del regateo. El poderoso evalúa todo por sus costos, no sólo en términos de dinero sino del tiempo, dignidad y tranquilidad interior. Pierde valioso tiempo buscando gangas, se preocupa sin cesar por lo que podría haber conseguido en otra parte por un poco menos. La ganga que adquiere es a menudo algo deslucido o de mala calidad.
El sádico. El sádico financiero realiza arteros juegos de poder con el dinero para reafirmar su dominio sobre los demás. Por ejemplo, lo hará esperar para pagarle el dinero que le debe.
El dadivoso que no discrimina. Es generoso porque desea que todos lo quieran y lo admiren. La generosidad de estos individuos es tan indiscriminada, y va acompañada de tanta necesidad de reconocimiento, que difícilmente logra el efecto deseado; si dan de todo a todos, ¿por qué habría de sentirse especial el destinatario?
El codicioso descuida todo aquello de lo que en realidad depende el poder, como el autocontrol y la buena voluntad del prójimo.
El dinero podrá determinar las relaciones de poder, pero dichas relaciones no necesariamente dependen de la cantidad de dinero que usted tenga. También dependen de cómo usted use el dinero. El poderoso da con generosidad y compra influencias antes que objetos.
Lorenzo de Medici amaba las artes, pero su mecenazgo de los artistas tenía también una función práctica, de la cual era muy consciente. En aquel tiempo, en Florencia el oficio de banquero era quizá la forma menos admirada de hacer dinero. Las artes eran el polo opuesto, teniendo una trascendencia casi religiosa. Al gastar dinero en arte, Lorenzo diluyó la opinión de la gente con respecto a la ofensiva fuente de su fortuna. No hay mejor aplicación de la generosidad estratégica que utilizarla para distraer la atención, desviándola de alguna realidad no grata al tiempo que uno se envuelve en el manto del arte y la religión.
Cuanto mayor la cantidad de regalos que usted da a alguien en particular, más va perdiendo el filo su arma. El regalo único, repentino e inesperado no malcriará a sus hijos; los mantendrá sometidos.
Cuanta más relación con los sentimientos guarden sus regalos y sus actos de generosidad, más poderosos serán. El objeto o concepto que contiene una carga emocional o que remueve algún sentimiento tiene más poder que el dinero que usted derrocha en un regalo costoso pero carente de vida.
Cuando usted insiste en pagar menos, podrá ahorrarse cinco ryo, pero tendrá que pagar con su reputación el insulto que causa y la impresión barata que genera; y es la reputación lo que el poderoso valora sobre todas las cosas. Aprenda a pagar el precio sin descuento. A la larga ganará mucho.
El dinero da a quien lo posee la capacidad de dar placer a los demás. Cuanto más oportunidades tenga de hacerlo, más admiración concitará.
El rio. Para protegerse o mantener los recursos que brinda, usted lo contiene con un dique. Sin embargo, pronto las aguas se tornan turbias y pestilentes. Sólo las más desagradables formas de vida sobreviven en esas aguas estancadas; nada viaja en ellas, todo comercio se detiene. Destruye el dique. Cuando las aguas fluyen y circulan, generan abundancia, riquezas y poder en círculos cada vez mayores. El río tiene que desbordarse de vez en cuando para que las cosas buenas puedan florecer.
“Quienquiera que desee tener amigos no debe amar sus posesiones sino adquirir amigos; mediante obsequios justo. Porque, así como el imán sutilmente atrae al hierro, así el oro y la plata que un hombre regala atraen los corazones de los hombres.” (Roman de la Rose)
LEY No. 41 EVITE IMITAR CIEGAMENTE A GRANDES HOMBRES
Evita ponerte en los zapatos de un gran hombre. Hijos con el nombre de su papá, traten de cambiar el curso. Sustituir a un gran tigre trae muchas expectativas o hace un esfuerzo genuino por duplicar el resultado que él obtuvo o mejor crea tu propio camino.
Lo que produce por primera vez siempre parece mejor y más original que lo que viene después. Si usted sucede a un gran hombre o tiene padres célebres, deberá lograr el doble para poder superar la imagen de ese “modelo”. No se pierda en la sombra de esos “grandes” ni se quede estancado en un pasado que no es obra suya: encuentre su propia identidad y reafírmela con su accionar diferente. Elimine a ese padre dominante, reniegue de su herencia y gane poder a través de sus propios méritos.
El problema de tener un predecesor demasiado imponente radica en que llena con símbolos del pasado el panorama que se extiende ante usted. A usted no le queda espacio para crearse su propio nombre. Para manejar esa situación deberá buscar los vacíos, esas áreas de la cultura que han quedado vacantes y en las que usted puede ser la primera y principal figura en deslumbrar.
Hay una especie de estupidez testaruda que se repite a lo largo de la historia y constituye un fuerte impedimento para alcanzar el poder: la supersticiosa convicción de que, si la persona que lo precedió triunfó haciendo A, B y C, usted puede recrear su éxito haciendo exactamente lo mismo. Este enfoque de “calcado” podrá seducir a quienes carecen de creatividad, ya que es fácil y atrae a los tímidos y a los perezosos. Pero las circunstancias nunca se repiten de la misma manera.
Usted podrá creer que se ha diferenciado de su predecesor o de su figura paterna, pero a medida que pase el tiempo deberá permanecer siempre atento, no sea que se convierta en el padre contra el cual se rebeló años atrás.
Recuerde: usted es su propio padre. No se permita dedicar años a crear su propia identidad, sólo para después bajar la guardia y dejar que los fantasmas del pasado llámense padre, hábito o historia vuelvan a resurgir.
Cuídese de llenar el vacío que dejan los grandes…Pues es preciso doblar el valor para igualar al del pasado…es dificultoso llenar un gran vacío, porque siempre lo pasado pareció mejor; y aún la igualdad no bastará, porque aquel fue el primero…Es, pues, destreza no común inventar nueva senda para la excelencia, descubrir moderno rumbo para la celebridad.
“Son múltiples los caminos que llevan a la singularidad, y no todos se han transitado. Los más nuevos, aunque arduos, suelen ser atajos para la grandeza.” (Baltazar Gracián)
La sombra de un gran predecesor podría utilizarse de manera ventajosa si se hace por elección, como una táctica que puede destacarse una vez que nos haya conducido al poder.
A menudo, el pasado tiene elementos de los que vale la pena adueñarse, cualidades que sería tonto rechazar sólo por la necesidad de ser diferente.
LEY No. 45 PREDIQUE LA NECESIDAD DE INTRODUCIR CAMBIOS, PERO NUNCA MODIFIQUE DEMASIADO A LA VEZ
Predica la necesidad de cambio, pero no drástico. Demasiada innovación es traumática. Respeta siempre la forma que se han hecho las cosas. Que parezca un cambio rápido.
Demasiada innovación resulta traumática y conducirá a la rebelión. Si usted es nuevo en una posición de poder, o un tercero que intenta construir una base de poder, haga alarde de respetar la forma tradicional de hacer las cosas. Si se impone un cambio necesario, hágalo aparecer como una leve modificación positiva del pasado.
El hombre inicia reformas muy profundas con frecuencia se convierte en el chivo expiatorio de cualquier tipo de insatisfacción. Y, con el tiempo, la reacción a su reforma puede terminar significando su perdición. Porque el cambio es algo muy perturbador para el animal humano, aun cuando sea benéfico. Dado que el mundo está y ha estado siempre plagado de inseguridad y amenazas, nos aferramos a los rostros conocidos y creamos hábitos y rituales que lo tornen un lugar más confortable. El cambio podrá ser deseable y hasta atractivo en abstracto, pero demasiado cambio puede generar una inquietud, bullirá debajo de la superficie hasta hacer erupción.
Otra estrategia para disimular el cambio consiste en hacer ostentación ruidosa y pública de los valores del pasado. Muéstrese como celoso defensor de las tradiciones, y pocos notarán cuán poco convencional usted es en realidad.
“Quien desea o intenta reformar el gobierno de un Estado, y quiere que tal reforma sea aceptada, deberá conservar por lo menos la apariencia de las viejas formas, a fin de que la gente crea que no hubo cambio en las instituciones, aunque sean totalmente diferentes de las anteriores. Porque la gran mayoría de la gente se conforma con las apariencias, como si fueran realidades.” (Nicolás Maquiavelo).
LEY No. 46 NUNCA SE MUESTRE DEMASIADO PERFECTO
Nunca parezcas demasiado perfecto. La gente odia. Es peligroso. No tener fallas o debilidades. Es bueno mostrar errores. Hay gente que la envidia.
Siempre es peligroso mostrarse superior a los demás, pero lo más peligroso de todo es parecer libre de toda falla o debilidad. La envidia genera enemigos silenciosos. Lo inteligente es poner de manifiesto, de vez en cuando, sus defectos y admitir vicios inofensivos, a fin de desviar la envidia y parecer más humano y accesible. Sólo los dioses y los muertos pueden parecer perfectos impunemente.
Disimule su brillantez de vez en cuando, revelando defectos, debilidades o ansiedades, o atribuyendo su éxito a un mero golpe de suerte; o bien búsquese nuevos amigos. Nunca subestime el poder de la envidia.
Nunca sea tan tonto como para creer que usted despierta admiración mediante la ostentación de las cualidades que lo destacan por encima de los demás. Al hacer tomar conciencia a los otros de la posición inferior que ocupan, usted sólo genera “admiración desdichada”, o sea, envidia, que corroerá a los demás hasta que terminen socavando el éxito y la posición de usted de formas por entero imprevisibles. Sólo el necio desafía a los dioses de la envidia haciendo ostentación de sus triunfos. El maestro del poder entiende que la apariencia de superioridad sobre los otros no tiene importancia alguna; lo que importa es la superioridad real.
La envidia no nos brinda consuelo ni nos acerca a la persona que envidiamos. Tampoco podemos admitir que nos sentimos inferiores.
Es un sentimiento clandestino. Lo disimulamos de muchas formas; por ejemplo, encontramos motivos para criticar a la persona a la que envidiamos.
Aprenda a leer entre líneas las críticas, los pequeños comentarios sarcásticos, las virtuales puñaladas por la espalda, el elogio excesivo, la mirada de resentimiento. Los grandes problemas de la envidia aparecen cuando no la reconocemos hasta que ya es demasiado tarde.
Cuídese de algunos de los disfraces que suele adoptar la envidia. El elogio excesivo es señal casi segura de que la persona que lo elogia también lo envidia; o bien está preparando la caída -a usted le será imposible ponerse a la altura de los elogios del otro, o está afilando el cuchillo a espalda de usted. Al mismo tiempo, quienes se muestran hipercríticos para con usted, o lo difaman en público, quizá también lo envidien. Reconozca estas actitudes como envidia disfrazada y manténgase alejado de la trampa del vilipendio mutuo o la de tomarse las críticas a pecho. Vénguese ignorando la mezquina presencia del envidioso.
No trate de ayudar o de hacer favores a quienes lo envidian, pues pensarán que usted actúa con condescendencia.
LEY No. 47 NO VAYA MÁS ALLÁ DE SU OBJETIVO ORIGINAL; AL TRIUNFAR, APRENDA CUÁNDO DETENERSE
El momento del triunfo es a menudo el momento de mayor peligro. En el fragor de la victoria, la arrogancia y un exceso de confianza en sus fuerzas pueden llegar a impulsarlo más allá de la meta que se había propuesto en un principio y al ir demasiado lejos serán más los enemigos que se creará que los que logre vencer. No permita que el éxito se le suba a la cabeza. No hay nada como la estrategia y la planificación cuidadosa. Fíjese un objetivo y, cuando lo alcance, deténgase.
No hay nada más embriagador que la victoria, peor tampoco nada más peligroso.
El ámbito del poder siempre debe guiarse por la razón. Permitir que la seducción del momento o un triunfo emocional influya sobre usted o dirija sus movimientos podrá resultarle fatal. Cuando usted logra el éxito, dé un paso atrás. Muéstrese cauteloso. Cuando obtenga un triunfo, tome conciencia de la parte que en el mismo desempeñaron las circunstancias particulares de una situación determinada, y nunca se limite a repetir las misma situación determinada, y nunca se limite a repetir las mismas acciones una y otra vez. La historia está sembrada de ruinas de imperios victoriosos y cadáveres de líderes que no supieron cuándo detenerse y consolidar sus conquistas.
La victoria puede alterar la capacidad de controlar lo que se avecina, de dos maneras diferentes: en primer lugar, usted tratará de seguir avanzando en la misma dirección sin detenerse a ver si está es aún la dirección que más le conviene. Segundo, el éxito tiende a subírsele a la cabeza y volverlo muy emocional. Al sentirse invulnerable, usted actúa de forma tan agresiva que termina deshaciendo la victoria que ha ganado.
La lección es simple; los poderosos varían sus ritmos y pautas, cambian de curso, se adaptan a las circunstancias y aprenden de improvisar. En lugar de dejar que sus audaces pies los impulsen a seguir simplemente hacia delante, dan un paso atrás, se detienen y miran hacia dónde se dirigen. Es como si su flujo sanguíneo contuviese una especie de antídoto a la intoxicación de la victoria, lo cual les permite controlar sus emociones y detenerse cuando han logrado el éxito.
En el momento de la victoria no vacile en aplastar al enemigo derrotado, pero evite seguir avanzando sin necesidad contra otros. Sea implacable con su enemigo, pero no gane nuevos enemigos mediante una reacción excesiva.
Deja la impulsividad para quienes no tienen nada mejor en qué basarse.