Best Seller escrito por Viktor Frankl, un neurólogo y psiquiatra austríaco que sobrevivió a los campos de concentración nazis entre los años 1942 y 1945. A partir de esa experiencia, escribió esta magnífica obra. Tras su liberación pasó varias semanas en Münich buscando a familiares y amigos, que no sobrevivieron. A su regreso a Viena fue nombrado Jefe del Departamento de Neurología de la Policlínica de Viena, puesto que ocupó durante 25 años. Fue fundador del Análisis Existencial y de la Logoterapia.
Un hermoso libro, fácil de leer por sus 140 páginas, pero profundo en significado y propósito. Lo recomiendo ampliamente.
A continuación le dejo algunas porciones copiadas de manera textual de todo el libro.
Nosotros no inventamos el sentido de nuestra vida, nosotros lo descubrimos. Me atrevería a afirmar que nada en el mundo ayuda a sobrevivir, aun en las peores condiciones, como la coincidencia de que la vida esconde un sentido. Hay mucha sabiduría en las palabras de Nietzche: “el que tiene un por qué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Lo expuesto con anterioridad, confirma que la salud psíquica precisa un cierto grado de tensión interior, la tensión existente entre lo que uno ha logrado y lo que le queda por conseguir, o la distancia entre lo que no es y lo que debería llegar a ser.
El hombre no necesita realmente vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta o una misión que le merezca la pena. Vivir sin tensiones a cualquier precio no resulta un proceder psico-higiénico, es más beneficioso sentir la urgencia de una misión por cumplir o el apremio del cumplimiento de deber. Y eso les arrastra o atrapa en una amarga sensación que ellos mismos denominan “vacío existencial”.
EL VACIO EXISTENCIAL
Muchas personas padecen de lo que se denomina: “Neurosis Dominical”, esa especie de depresión que aflige a algunos activistas al cesar el trajín de la actividad semanal y encontrarse, el fin de semana, a solas con su intimidad, una intimidad quizá vacía de sentido o de dirección. Ese vacío existencial que les sirve de sustento al incremento del alcoholismo y de los fenómenos de la delincuencia juvenil. La frustración de la voluntad de sentido se compensa mediante la voluntad de poder, el vacío de voluntad de sentido se rellena con voluntad del placer. Lo que importa no es el sentido de la vida en formulaciones abstractas sino el sentido concreto de la vida de un individuo, en un momento determinado.
En la última instancia, el hombre no debería cuestionarse sobre el sentido de la vida, sino comprender que la vida le interroga a él. En otras palabras, la vida pregunta por el hombre, cuestiona al hombre y éste contesta de una única manera, respondiendo de su propia vida y con su propia vida. Únicamente desde la responsabilidad personal se puede contestar a la vida. De tal modo que la logoterapia considera que la esencia de la existencia consiste en la capacidad del ser humano para responder responsablemente a las demandas que la vida le plantea en cada situación particular.
LA ESENCIA DE LA EXISTENCIA
Obra así, como si vivieras por segunda vez y la primera vez lo hubieras hecho tan desacertadamente como estás a punto de hacerlo ahora. El presente ya es pasado y, en segundo lugar, que ese pasado es factible de modificarse y enmendarse: este precepto enfrenta al hombre con la finitud de la vida y con finalidad personal y existencial.
Corresponderá al paciente, por tanto, decidir si debe interpretar su existencia como una responsabilidad ante la sociedad o ante su propia conciencia. Una gran mayoría siente esa responsabilidad ante Dios, a Él deben rendir cuentas; son las personas que no se quedan sencillamente en la tarea a cumplir, sino que vuelven la vista hacia quien les ha encomendado esa tarea.
Al hombre un ser responsable y capaz de descubrir el sentido concreto de su existencia, quiero acentuar que el sentido de la vida ha de buscarse en el mundo y no dentro del ser humano o de su propia psique, como si se tratara de un sistema cerrado. La misma argumentación permite afirmar que la auténtica meta de la existencia humana no se cifra en la denominada autorrealización.
La autorrealización por sí misma no puede situarse como meta. No debe considerarse el mundo como simple expresión de uno mismo, ni tampoco como mero instrumento, o como un medio para conseguir la ansiada autorrealización. En ambos casos la visión del mundo o Weltanschaung, se convierte en Weltentwertung, es decir menosprecio del mundo.
Ser hombre implica dirigirse hacia algo o alguien distinto de uno mismo, bien sea realizar un valor, alcanzar un sentido o encontrar a otro ser humano. La autorrealización no se logra a la manera de un fin, más bien como el fruto legítimo de la propia trascendencia. Podemos descubrir o realizar el sentido de la vida según tres modos diferentes: 1) realizando una acción; 2) acogiendo las donaciones de la existencia y 3) por el sufrimiento.
EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO
Cuando uno se enfrenta con un destino ineludible, inapelable e irrevocable, entonces la vida ofrece la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo; aceptar el sufrimiento. El valor no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud frente al sufrimiento, en nuestra actitud para soportar el sufrimiento.
La preocupación primordial del hombre no es gozar del placer, o evitar el dolor, sino buscarle un sentido a la vida. Y en esas condiciones el hombre está dispuesto hasta a aceptar el sufrimiento, siempre que ese sufrimiento atesore un sentido.
El sufrimiento evitable debe combatirse con los remedios oportunos; el no hacerlo así sería síntoma de masoquismo, no de heroísmo. Se le conceden pocas oportunidades para sentirse orgulloso de su sufrimiento y de considerar que lo ennoblece en vez de degradarles. Al aceptar el desafío de sufrir con entereza, la vida mantiene su sentido hasta el último instante y lo conserva hasta el final, en su acepción más literal. Dicho de otra forma, el sentido de la vida es de carácter incondicional, pues incluye también hasta el sentido potencial de un sufrimiento ineludible.
LA TRANSITORIEDAD DE LA VIDA
En todo momento el hombre debe decidir, para bien o para mal, cuál será el monumento de su existencia. Con frecuencia el hombre se fija únicamente en la rastrojera de lo transitorio y pasa por alto el fruto ya ganado del pasado, pues en el pasado quedan cincelados los valores, y sus gozos y sufrimientos. De ahí, del pasado, el hombre es capaz de rescatar sus acciones. Nada puede deshacerse y nada puede volverse a hacer. Yo afirmaría que haber sido es la forma más segura de ser.
¿Qué le importa comprobar que va envejeciendo? ¿Tiene alguna razón para envidiar a los jóvenes, o para sentir nostalgia para la lozanía perdida? ¿Por qué ha de envidiar a la gente joven? ¿Por el esplendoroso horizonte de sus posibilidades, por el futuro que les espera? No, gracias -se dirá-; en vez de posibilidades por hacer, yo cuento con las realidades de mi pasado: mis trabajos, los amores sentidos y regalados, y los sufrimientos asumidos valientemente. De esos sufrimientos es de lo que me siento más orgulloso, aunque quizá no susciten envidia.
LA LOGOTERAPIA COMO TÉCNICA
La logoterapia se diferencia del psicoanálisis porque concibe al hombre como un ser cuyos intereses primordiales se inscriben en la órbita de asumir un sentido a la existencia y realizar un conjunto de valores y no en la mera gratificación y satisfacción de sus impulsos e instintos, o en el mero ajuste del conflicto interior generado por las exigencias del ello, del yo y del superyó, en las luchas de adaptación y ajuste al entorno circundante y a la sociedad.
Aunque suene irónico, igual que el miedo provoca lo que uno teme, la intención excesiva paraliza la consecución de aquello que se desea con todas las fuerzas. El miedo provoca precisamente aquello que se teme; la hipertensión estorba la realización del efecto que se desea. En otras palabras, la hipertensión de quedarse dormido, nacida de la ansiedad anticipatoria de no conseguirlo, debe reemplazarse por la intención paradójica de no quedarse dormido, a la que seguramente seguirá en breve el sueño.
Sin ninguna duda, el hombre es un ser finito y su libertad limitada. No se trata, pues, de librarse de las condicionantes (biológicos, psíquicos, sociológicos), sino de la libertad para adoptar una postura personal frente a esos condicionantes. Ya lo afirmé con claridad en cierta ocasión: “Como profesor de dos disciplinas, neurología y psiquiatría, soy plenamente consciente de en qué medida el hombre está sujeto a las condiciones biológicas, psicológicas y sociales. Pero además de profesor en estos dos campos soy superviviente de otros cuatro -de concentración, se entiende- y como tal quiere testimoniar el incalculable poder del hombre para desafiar y luchar contra las peores circunstancias que quepa imaginar”.
La libertad es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad es la cara negativa de cualquier fenómeno humano, cuya cara positiva es la responsabilidad. De hecho, la libertad se encuentra en peligro de degenerar en mera arbitrariedad salvo si ejerce en términos de responsabilidad. Por eso yo aconsejo que la estatua de la Libertad en la costa este de los Estados Unidos se complemente con la estatua de la Responsabilidad en la costa oeste.