“La brújula interior” por Álex Rovira Celma
Un libro distinto a los que he leído. Se trata de cartas que escribe un empleado a su jefe con reflexiones de vida. La premisa más importante que plantea es que no tenemos que “ganarnos” la vida, porque esta ganada desde el momento en que nacemos. El objetivo debe ser disfrutar lo que hacemos y que no desperdiciemos con prisas, con afanes o atender urgencias dejando lo importante. Luego de la carta 16 el autor revela que las cartas nunca fueron dirigidas realmente a un jefe, sino que son un ejercicio de auto-reflexión a nosotros mismos, ya que somos nosotros los jefes de nuestro propio destino.
¿Si recomendaría el libro? Creo que con este resumen es suficiente. Aunque el libro es interesante y certero, tiene un trasfondo un poco místico.
A continuación transcribo dos cartas que me parecieron sumamente interesantes.
Carta 11: Tú vida es tu oportunidad…si tú quieres
Contexto: el autor ha escrito ya 10 cartas, pero el jefe no ha contestado ninguna, incluso no lo han visto en la oficina, se asume que esta recuperándose de alguna enfermedad, pero su desaparición ha generado varias murmuraciones internas en el ambiente laboral.
Apreciado convaleciente jefe:
He sabido que en realidad no tienes gripe. Dos semanas empezaban a ser mucho tiempo y no he podido evitar hacer indagaciones. Sé que te has tomado un descanso forzoso, una baja temporal de estrés. Al parecer, a la gente le sigue dando vergüenza reconocer que está estresada, cansada, bloqueada, débil. Prefiere inventarse cualquier mentira. La presión social en este sentido sigue siendo muy fuerte y veo que tú tampoco escapas a ella.Y esto me lleva a pensar que probablemente me necesitas tanto como yo a ti. Yo esperaba que tú me dieras las respuestas a mis inquietudes, pero a base de preguntarme e investigarme, a base de observar el mundo que me rodea y bucear en mi interior, estoy alcanzando esas respuestas por mis propios medios.
Voy a seguir compartiendo este proceso de búsqueda y reflexión contigo, pues veo que a los dos –y quién sabe si a más gente –nos puede ayudar a ser más felices. O sencillamente felices.
En este proceso, empiezo a darme cuenta de que mi vida está llena de oportunidades. He perdido el miedo y cada vez estoy más convencido, como te decía en una carta anterior, de que soy yo quien lo acerco y lo alejo todo de mi vida, quien acerco o alejo las oportunidades.
El diccionario define oportunidad como “conveniencia de lugar y tiempo”. Y esta conveniencia para tener la vida que deseamos existe aquí y ahora, y puede ser creada por nosotros mismos.
Apreciado jefe, si hay cosas en tu vida que consideras “inoportunas”, que crees que deben cambiar, plantéate seriamente en qué medida eres tú el que decides que se mantengan ahí. Porque vivir con circunstancias inoportunas es molesto, incómodo y sólo comprensible bajo un esquema muy neurótico y masoquista.
Vivir rodeado de circunstancias inoportunas es también la excusa ideal que tienen muchos para no abandonar su posición de víctima y manifestar permanentemente los síntomas de una ‘victimitis’ con la que se acaban sintiendo de manera constante: “jodidos, pero contentos”.
Algunos de los síntomas más evidentes de la ‘victimitis’ son la queja continua sobre la vida y los demás, la sensación de vivir como resultado de las circunstancias más que como generador de ellas, el uso frecuente –a veces permanente- de los demás como muleta o paño de lágrimas, una visión dura y difícil de la vida (donde hay muchos más enemigos y amenazas que amigos y oportunidades) y la dificultad para experimentar placer, entre otras.
Una de las principales causas de infelicidad que hay en el mundo es el secreto placer que a veces encontramos en sentirnos miserables. Como dice el chiste:
Esposo pregunta: “¿Por qué no sales y te diviertes, cariño?”.
La Esposa contesta: “¡Sabes perfectamente que nunca disfruto divirtiéndome!”.
Uno puede elegir el tipo de vida que quiere vivir y, en definitiva, dejar de sufrir ‘victimitis’. De hecho, siempre hay una oportunidad para deshacernos de la vida que nosotros mismos hemos complicado, para tener la vida que deseamos y que nos espera.
Algunas personas no saben ver sus oportunidades, y, por el contrario, ven constantemente terribles amenazas.
Las amenazas son, salvo en el dramático caso de que sean claramente explícitas y directas (como las que nacen del terrorismo, por ejemplo), una cuestión de percepción y, sobre todo, de interpretación de la realidad que a cada uno le rodea.
La vida no amenaza, la vida ocurre. Los hechos son neutros y cada cual les pone el color que quiere. O como dice un genial aforismo tibetano: “No hay situaciones desesperadas, sólo personas que se desesperan”.
De hecho, uno puede resignificar toda experiencia vivida, incluso la que ha sido interpretada como amenazante, y darle un nuevo y completo sentido. Un sentido de aprendizaje, de experiencia.
Por tanto,
VIVIR LAS CIRCUNSTANCIAS COMO AMENAZAS O COMO OPORTUNIDADES ES UNA ELECCIÓN.
Lo que vemos es lo que vemos, no lo que es. En la percepción juegan sobre todo nuestros sentidos y el patrón psicológico y cultural en el que hemos sido formados. Lo que para algunos es un reto, para otros es una dificultad insuperable. Lo que la gente llama “aglomeración” en un tren, se convierte en “ambiente”, en una discoteca.
Nuestro inconsciente, a través de sus mecanismos de percepción selectiva, nos hace ver la realidad de una determinada manera. La interpretación combina los estímulos que llegan a nuestro cerebro y monta una película done ubica tres ingredientes fundamentales: a uno mismo (o a una misma), a los demás y a las circunstancias.
Según el papel que nos adjudique nuestro inconsciente en esa película, el resultado final de la escena interpretada puede ser totalmente distinto en signo (de positivo a negativo), en intensidad (de mucho a poco) y en posibilidad percibida de cambio (de todo o nada). Si tenemos una idea negativa y acordada de nosotros mismos, percibiremos la realidad como más dura, triste, desagradable y difícil de cambiar que si esa idea es positiva, relajada y asertiva.
La forma en que decidamos actuar en esa película nos condicionará para los siguientes y nuevos estímulos que vayan apareciendo en nuestra vida.
Entre los estímulos que recibimos y las respuestas que damos existe nuestra capacidad de decidir qué responder.
La decisión es una elección personal. A mayor grado de conciencia, mayor libertad de lección en esa decisión.
Por lo tanto, cuanto más se abren los ojos de la mente, más posibilidades hay de resignificar nuestro ser, la vida, las experiencias y a los demás, de modo que las amenazas vayan convirtiéndose progresivamente en oportunidades.
Para quitar la sábana y las cadenas a las amenazas fantasma sólo tenemos que cambiar nuestro chip, nuestra actitud, nuestra manera de ver el mundo. Y escucharnos, hacer un análisis de nuestras habilidades y talentos es una pieza clave para la conversión de amenazas en oportunidades.
Así que voy a empezar a sustituir el “si no lo veo, no lo creo”, por el “si no lo creo, no lo veré”. Es decir, decido crear mis propias oportunidades.
LAS OPORTUNIDADES NO SON SÓLO FRUTO DEL AZAR, SINO QUE PUEDEN CREARSE.
Y para crearlas tenemos que saber lo que queremos y expresar ese deseo.
Con mucha más frecuencia de la que cabría esperar seguimos actuando como bebés y creemos que los demás son como nuestra mamá, es decir, que adivinan nuestros deseos. Y nos olvidamos de que si queremos algo, si consideramos, además, que lo merecemos, tenemos que pedirlo.
Un buen amigo mío es un gran compositor musical y poeta, un auténtico genio de treinta y cinco años. Su sueño hasta hace poco era que sus letras aparecieran en las canciones de un renombrado y admiradísimo solista a nivel internacional. Un día, en la conversación que acompaña a una buena comida, me manifestó su deseo. Mi respuesta fue muy simple: “¿Y por qué no se lo dices y le mandas un e-mail con fragmentos de tus composiciones?”. El se quedó paradísimo: “¿Yo? pero —¡si nadie me conoce! ¿Qué va a pensar en mí? ¿Tú crees? Debe estar muy ocupado. ¿Se lo leerá…?” “Si no lo pruebas, nunca lo sabrás”, le respondí. Así que lo probó. Y en este preciso momento están preparando un disco juntos.
Por lo tanto, aunque es obvio, a veces las oportunidades aparecen porque pedimos lo que creemos que es justo o simplemente porque lo deseamos: desde un aumento de sueldo hasta salir a cenar con alguien que nos gusta.
La cantidad y calidad de oportunidades que nos aparecen en la vida son directamente proporcionales a la actitud que tenemos frente a ella.
O dicho de otras forma: las oportunidades pasan por delante de nuestras narices, así que…¡tengamos la caña y el anzuelo a punto!
Afectuosamente,
Álex.
P.D. Oscar Wilde dijo: “El aplazamiento es el asesino de la oportunidad”. Y una antigua fábula lo confirma. Dice así:
Un joven describía entusiasmado lo que soñaba hacer con su vida.
“¿Y cuándo piensas hacer realidad tus sueños?”, le preguntó el maestro.
“Tan pronto como llegue la oportunidad de hacerlo”, respondió el joven.
“La oportunidad nunca llega”, replicó el maestro. “La oportunidad ya está aquí”.
A continuación deseo transcribir para usted la carta completa número 21 y las historias finales de las cartas 22 y 23. El contexto en esta parte final del libro, es la revelación del autor de que las cartas no fueron escritas para ningún jefe, sino que están escritas para autoreflexión.
Carta 21: La medida del éxito es el éxito a tu medida
“No trates de hacerlo…. ¡hazlo! De lo contrario, ni siquiera vale la pena que lo intentes”.
Maestro Yoda a Luke Skywalker en “El imperio contraataca” de George Lucas.
Querido(a) amigo(a):
Demasiado a menudo la complicación de la vida obedece al “efecto rebaño”, a la incapacidad de pensar por nuestros propios medios, a estar más pendientes de las cosas que de nosotros y a buscar el perverso éxito social, la fama o como quieras llamar a ese engañoso espejismo.
El “efecto rebaño” puede llevarnos a querer medir nuestra capacidad de logros en base al éxito social. O a la imagen de este éxito que se nos transmite: pasarse el día jugando al golf, viajar en carros deportivos, rodearse de glamour….
Mientras que el éxito inteligente consiste más bien en ir descubriendo progresivamente el propósito de nuestra vida y disfrutar cada paso, de estar en el camino.
A algunas personas este éxito inteligente les llevará a una vida sencilla y a otras al glamour… Dependerá de cada uno.
En cualquier caso, lo que importa es que sientas que vives tu vida, que estés en paz con tu interior y que contribuyas abiertamente a crear una sociedad mejor.
La realización profesional es muy importante, ya que la profesión ocupa mucho tiempo de nuestra vida, casi la mitad del tiempo que pasamos despiertos (y para una gran cantidad de personas, bastante más de la mitad de ese tiempo).
Por tanto…
DEFINE EL ÉXITO A TU MANERA Y A TU MEDIDA.
No dejes que sean otros los que digan cómo ha de ser tu éxito.
Porque otros te dirán donde llegar…pero no te dirán cómo, no te definirán el rumbo.
Si se los permites entrarás en un laberinto, en una carrera que no es la tuya, por la que pagarás un precio muy alto… Y nunca ganarás.
Tu éxito significa tu finalidad en la vida.
Encuéntrate, reconócete, se tú…
Eso te hará ser único o única.
Y la vida te premiará por ello más de lo que puedas imaginar hoy.
Deja de ser lo que crees que los otros quieren o esperan que seas.
Piensa que solo hay una cosa más volátil y combustible que la gasolina: el éxito social, que se esfuma rápidamente porque sólo es un sucedáneo de la verdadera felicidad.
Las librerías están llenas de libros de motivación especialmente pensados para personas que se aburren hasta el extremo, haciendo un trabajo que simplemente odian. Esas personas lo tienen muy difícil para motivarse. Y corren el riesgo de acabar haciendo suyo el motivo de otro.
Sería una verdadera lástima, más aún, una tragedia insoportable, que justo antes de morir dijeras: “¡podría haber sido tan feliz! ¡Tuve tan buenas ideas! ¡Me gustaba tanto hacer tal cosa, se me daba tan bien…!
¡No digas!: ¡Haberlo pensado antes!
Justo ahora que se baja el telón vas y dices que te hubiera gustado que fuese distinto…
Seamos prácticos: para saber si vocación y profesión coinciden, plantéate si seguirías haciendo lo mismo si, de repente, por herencia o lotería, te cayesen del cielo diez millones de quetzales.
Si respondes sí, ya tienes esa cifra, porque estás haciendo lo que te gusta o porque le das importancia al dinero. Dicho de otra manera, porque el dinero no paga tu pasión.
Con mis mejores deseos de éxito,
Álex
P.D. Escribe Elizabeth Kubler en su libro La rueda de la vida: “Es muy importante que hagáis lo que de verdad os importe. Sólo así podréis bendecir la vida cuando la muerte esté cerca”. Probablemente, esta es la
mejor definición de éxito que se ha hecho nunca.
Una historia del final de la Carta 22: “Cuándo el éxito llega de repente”
No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha siempre requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas “¡Crece, maldita seas!
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes. Siembras la semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas estériles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas, la planta de bambú crece…¡más de 30 metros!
¿Tarda sólo seis semanas en crecer?
¡No! La verdad es que se toma siete años para crecer y seis semanas para desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú genera un complejo sistema de raíces que le permiten sostener el crecimiento que vendrá después.
En la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
Quizá por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados a corto plazo abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente de que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos tenemos), recordemos el ciclo de maduración del bambú japonés. Y no bajemos los brazos ni abandonemos por no ver el resultado esperado, ya que sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando.
No nos demos por vencidos, vayamos gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que nos permitirán sostener el éxito cuando éste, al fin, se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
P.D. Como dice mi buen amigo y maestro Jorge Escribano: “El triunfo es aquel que hace de sus triunfos sus amantes y de sus fracasos sus amigos”. Y son precisamente los fracasos los que nos pueden ayudar a echar buenas raíces.
Una historia del final de la Carta 23: “Piedras en el camino”
En cierta ocasión iba un ejecutivo paseando por una bonita playa vestido con sus bermudas (de marca), sus gafas de sol (también con marca muy visible), su polo (con mucha marca), su gorra (con marca destacada), su reloj (de marca y carísimo), su calzado deportivo (donde todo era marca), su móvil colgado a la cintura (el móvil con marca y la bolsa en la que colgaba también) y su gelatina en el pelo (sin marca, pero tan abundante que uno podía adivinarlo).
Eran las dos de la tarde cuando se encontró con un pescador que felizmente recogía sus redes llenas de pescado y amarraba su pequeña barca. El ejecutivo se le acercó…
-¡Ejem! Perdone, pero le he visto llegar con el barco y descargar el pescado…¿No es muy temprano para volver de trabajar?
El pescador le miró de reojo y, sonriendo mientras recogía sus redes, le dijo:
-¿Temprano? ¿Por qué lo dice? De hecho yo ya he terminado mi jornada de trabajo y he pescado lo que necesito.
-¿Ya ha terminado hoy de trabajar? ¿A las dos de la tarde? ¿Cómo es eso posible?- dijo, incrédulo, el ejecutivo.
El pescador, sorprendido por la pregunta, le respondió:
-Mire, yo me levanto por la mañana a eso de las nueve, desayuno con mi mujer y mis hijos, luego les acompaño al colegio, y a eso de las diez me subo a mi barca, salgo a pescar, faeno durante cuatro horas y a las dos estoy de vuelta. Con lo que obtengo en esas cuatro horas tengo suficiente para que vivamos mi familia y yo, sin holguras, pero felizmente. Luego voy a recoger a los niños al colegio con mi mujer, paseamos y conversamos con los amigos, volvemos a casa, cenamos y nos metemos en la cama felices.
El ejecutivo intervino llevado por una irrefrenable necesidad de hacer de consultor del pescador:
-Verá, si me lo permite, le diré que está usted cometiendo un grave error en la gestión de su negocio y que el “coste de oportunidad” que está pagando es, sin duda, excesivamente alto; está usted renunciando a un pay-back impresionante. ¡Su Utilidad Neta podría ser mucho mayor! Y su “umbral de máxima competencia” seguro que está muy lejos de ser alcanzado.
El pescador se lo miraba con cara de circunstancias, mostrando un sonrisa socarrona y sin entender exactamente a dónde quería llegar aquel hombre de treinta y pico años, ni por qué de repente utilizaba palabras que no había oído en su vida.
Y el ejecutivo siguió:
-Podría sacar muchísimo más rendimiento de su barco si trabajara más horas, por ejemplo, de ocho de la mañana a las diez de la noche.
El pescador entonces se encogió de hombros y le dijo: -Y eso, ¿para qué?
-¡¿cómo que para que!? ¡Obtendrá por lo menos el triple de pescado! ¡¿O es que no ha oído hablar de las economías de escala, del rendimiento marginal creciente, de las curvas de productividad ascendente?! En fin, quiero decir que con los ingresos obtenidos por tal cantidad de pescado, pronto en menos de un año, podría comprar otro barco mucho más grande y contratar un administrador…
El pescador volvió a intervino:
-¿Otro barco? ¿Y para qué quiero otro barco y además un administrador?
¿Qué para qué lo quiere? ¡¿No lo ve?! ¿No se da cuenta de que con la suma de los dos barcos y doce horas de pesca por barco podría comprar otros dos barcos más en un plazo de tiempo relativamente corto? ¡Quizá dentro de dos años tendría cuatro barcos, mucho más pescado cada día y mucho más dinero obtenido en las ventas de su pesca diaria!
Y el pescador volvió a preguntar:
-Pero todo eso, ¿para qué?
-¡Hombre!, ¡¿Pero está ciego o qué? Porque entonces, en el plazo de unos veinte años y reinvirtiendo todo lo obtenido, tendría una flota de ochenta barcos, repito, ¡ochenta barcos! ¡Qué además serían diez veces más grandes que la lanchita que tiene actualmente!
Y de nuevo, riendo a carcajadas, el pescador volvió a preguntar:
-¡Y para qué quiero yo todo eso?
Y el ejecutivo, desconcertado por la pregunta y gesticulando exageradamente, le dijo:
-¡Cómo se nota que usted no tiene visión empresarial ni estratégica ni nada de nada! ¿No se da cuenta de que con todos esos barcos tendría suficiente patrimonio y tranquilidad económica como para levantarse tranquilamente por la mañana a eso de as nueve, desayunar con su mujer e hijos, llevarlos al colegio, salir a pasear por placer a eso de las diez y sólo durante cuatro horas, volver a su casa para comer y hacer la siesta…?
Bueno, ¿verdad?. Dejo para ti la interpretación.
Dijo Erich Fromm, refiriéndose a aquellos que vivíamos en circunstancias en que los recursos son abundantes y las necesidades están más que satisfechas: “Los seres humanos lo tienen todo, pero carecen de sí mismos”