“La última flecha, no guardes nada para la próxima vida” publicado con el título original: “The Last Arrow: Save Nothing for the Next Life”, es el onceavo libro escrito por Erwin Raphael McManus. El libro de 218 paginas salió a la venta en Septiembre 2017. Anteriormente publiqué una opinión acerca del libro “Tribu, desata la fe salvaje que llevas dentro”, donde también describía que el autor es el pastor principal de Mosaic, una iglesia emergente localizada en Los Ángeles, California. Nacido en El Salvador y nacionalizado americano. Erwin McManus posee un estilo de comunicación muy desafiante con un llamado a vivir una masculinidad plena. Este libro, lo considero especial, ya que el autor lo escribe en su proceso de diagnóstico y tratamiento de cáncer. El contexto es genial, lo recomiendo ampliamente.
A continuación, una transcripción de ciertas porciones que llamaron mi atención, y que creo, resumen los conceptos del libro.
Era jueves, día 15 de diciembre de 2016, cuando me senté ante el escritorio de mi médico y le oí decir las palabras que esperamos no oír nunca: “Tienes cáncer”. Las señales habían estado ahí durante años, pero aún así la noticia fue inesperada. Sencillamente no hay mucho que puedas hacer para prepararte para esa situación. El momento lo sentí como surrealista.
Lo que me sacudió hacia la realidad fue ver la conmoción y el dolor en los ojos de mi esposa Kim cuando esas palabras se hundieron en su alma. Observarla hizo que la realidad de todo ello fuera demasiado real. Compartir esa noticia con nuestros hijos solo hizo más profundo el dolor, y la tristeza se sentía como océanos.
La biopsia reveló que era maligno en cinco de las ocho áreas que se analizaron.
El día en que conocí mi diagnóstico fue el mismo día que abrí mi manuscrito para terminar mis ediciones finales de este libro. No podía haber sido casual que la primera línea que leí fue una que había escrito casi un año atrás: “Antes de que te enteres por otra persona, tengo que decirte que estoy muriendo”.
Estoy escribiendo este prefacio a la La Última Flecha para decirte sencillamente, eso: digo muy en serio cada palabra que he escrito. Incluso ante el rostro de la muerte. Especialmente ante el rostro de la vida. Terminé este libro preguntándome si sería mi última flecha. Una cosa sé con seguridad: no estoy guardando nada para la próxima vida.
La vida es una serie de desafíos, aventuras, y sí, incluso batallas. Siempre habrá gigantes que derribar y dragones que matar. Yo he decidido morir con mi espada en la mano. Hay más valentía en nosotros que peligro frente a nosotros. Tú eres lo suficientemente capaz para las batallas que te esperan.
El concepto de la La Última Flecha llegó hasta mi cuando estaba reflexionando en una historia de la vida del profeta Eliseo en las Escrituras hebras. Es un momento oscuro y podría pasarse por alto fácilmente; sin embargo, es a la vez poético y profundo. Es también, estoy convencido, una ventana para ver cómo obra Dios en el mundo y cómo nosotros o nos abrimos a su futuro más grande, o nos aseguramos de hacer el futuro más pequeño de lo que Él pretende para nosotros.
En esta historia, Joás es el rey de Israel cuando los reinos de Israel y Judá están divididos y en guerra el uno contra el otro. Su reino está siendo amenazado por los ejércitos de Amasías, rey de Judá. La gran ventaja que tiene Joás es que el profeta Eliseo está con ellos, pero ahora Eliseo sufre una enfermedad que conducirá a su muerte. Joás va y llora por él, debido menos a su tristeza por la pérdida del profeta y más por su temor a la pérdida de la protección de Eliseo.
Joás calma a Eliseo, quien ha sido un símbolo y una fuente de la fortaleza y el poder de Dios, pero ahora está claramente al final de su vida.
Eliseo le da entonces una serie de instrucciones poco usuales. Eliseo dice: “Consigue un arco y varias flechas”, y él así lo hace. Entonces le dice: “Pon tu mano sobre el arco”. Cuando Eliseo le manda al rey que haga eso, Joás lo hace inmediatamente. Cuando el rey eleva el arco y la flecha, Eliseo pone sus manos sobre las manos del rey.
“Abre la ventana que da hacia el oriente”, le dice, y él la abre. “¡Dispara”!, dice Eliseo, y Joás dispara. Eliseo declara: “¡Flecha victoriosa del Señor! ¡Flecha victoriosa contra Siria! ¡Tú vas a derrotar a los sirios en Afec hasta acabar con ellos!”.
Entonces le dice: “Toma las flechas”, y el rey las toma. Eliseo le dice: “Golpea el suelo”. Él entonces lo golpea tres veces y se detiene. Entonces las Escrituras nos dicen algo que es bastante inesperado: “Ante eso, el hombre de Dios se enojó y le dijo: Debiste haber golpeado el suelo cinco o seis veces; entonces habrías derrotado a los sirios hasta acabar con ellos. Pero ahora los derrotarás solo tres veces”. Justo después de decir eso, la historia nos dice: “Eliseo murió y fue sepultado”.
Gran parte de lo que ocurre aquí no tiene sentido para nuestra mentes modernas. ¿Cómo podría quedar tan afectado el futuro del rey dependiendo de si golpea una flecha tres veces, cinco o seis? ¿Por qué no le explicó Eliseo lo que se requería antes de someterlo a sus consecuencias? ¿Cómo podría haber sabido él que el seis era el número mágico y que el tres no bastaría? Hasta ese momento, el rey había hecho todo lo que Eliseo le indicó. Pero cuando Eliseo le dijo que golpeara el suelo con las flechas, dejó la indicación con un final abierto.
No es insignificante que el texto diga: “El hombre de Dios se enojó”. Claramente, aquí estaba sucediendo mucho más de lo que parece. Ese no fue un error pequeño. El rey comenzó con la promesa de una victoria completa, y después recibió mucho menos; y todo se centra en torno a una decisión: él golpeó el suelo tres veces y después se detuvo. Dicho de otro modo: se rindió. La Biblia no nos dice por qué se rindió. Quizá estaba cansado, quizá se sentía ridículo, quizá tenía la sensación de que eso estaba por debajo de él; o quizá sintió que era un acto fútil. Pero está claro que, para Eliseo, el hecho de que el rey dejara de golpear la flecha estaba relacionado con su determinación de recibir la medida plena de la intención de Dios para él. Él se rindió y perdió la victoria. Sencillamente no la quiso lo suficiente.
Me pregunto cuántas victorias se pierden antes de que incluso haya comenzado la batalla. Me pregunto cuánto más bien desea Dios dar al mundo que ha quedado frustrado por nuestra falta de ambición. Me pregunto cuántas veces en mi propia vida, pensé que había fallado, pero en realidad lo único que sucedió fue que me rendí.
¿Qué hay en nosotros que se detiene antes de haber terminado, que confude rendirse con fracasar, que se conforma con menos? Veo demasiado de mí mismo en esto; puedo identificar demasiadas veces cuando he orado muy poco, esperado muy poco, y hecho muy poco. ¿Te has convertido tú en el tipo de persona que siempre busca lo mínimo que puede hacer, intentando hacer solamente lo que se requiere? ¿O eres el tipo de persona que se ha dado por vencido no solo en la vida, ¿podrás decir: “Di todo lo que tenía”, o tendrás un sentimiento hueco dentro de tu alma de que te rendiste demasiado pronto, esperaste demasiado poco, que no golpeaste la última flecha?
La Última Flecha no se trata de lo que puedes hacer o podrías hacer; se trata de lo que debes hacer. No se trata de maximizar tu potencial o alcanzar tu grandeza personal; se trata de ser consumido con una importancia y una urgencia que son más grandes que nosotros mismos.
La Última Flecha no es un llamado a no conformarse nunca en cada área de la vida; La Última Flecha es un llamado a no conformarse nunca de lo que Dios pretende hacer con tu vida. Tú tienes que saber lo que importa; tienes que saber quién eres; tienes que saber a qué debes entregar tu vida. Porque al final, la única cosa donde nunca debes conformarte con menos es el llamado que Dios tiene en tu vida, el propósito para el cual Él te ha creado, el impacto que Él diseñó que hiceras en el mundo.
La mayor tragedia de la que he sido testigo una y otra vez es que seguimos subestimando cúanto quiere hacer Dios en nosotros y por medio de nosotros. Somos demasiados los que hemos creído las mentiras que nos han contado: que no somos lo bastante buenos, no somos lo bastante inteligentes, no somos lo bastante talentosos, sencillamente no somos suficientes. Una de las facetas de Dios que lo hace extraordinario es su capacidad de hacer lo imposible por medio de personas comunes y corrientes como tú y yo. Este libro tiene una intención: sea que pierdas o ganes, tengas éxito o fracases, vivas una vida de celebridad o de anonimato, que cuando des tu último aliento, sepas sin reservas que has dado todo lo que tienes, todo lo que eres, a la vida que se te ha confiado.
Hay una sutil diferencia entre que tu identidad esté arraigada en tu esencia y que tu identifdad esté arraigada en tu éxito. Lo que haces viene de quién eres, pero quién eres debe existir aparte de lo que haces. Si tu identidad está arraigada en tu éxito, entonces perderás quien eres cuando el fracaso llegue a tu camino.
El éxito es un tirano que te esclavizará rápidamente como el fracaso. Si permites que el éxito te posea, te encontrarás atrapado por tu éxito, y aterrado por la posiblidad del fracaso. El éxito te mentirá y te dirá que tu futuro es tan solo una extensión de tu pasado, cuando en el mejor de los casos, el éxito es simplemente preparación para nuevos desafíos.
¿Qué vas a hacer? ¿Qué vas a escoger? ¿Te conformarás con menos de lo que Dios ha pretendido para ti, o seguirás golpeando la fecha hasta que ya no te quede nada más que dar, hasta que hayas entregado todo lo que tienes, y todo lo que eres, y hasta que sepas que, cuando todo esté dicho y hecho, has muerto con tu aljaba vacía?
Estoy convencido de que cuando vivimos nuestra vida conectados con Aquel que entegó su vida por nosotros, cuando vivimos sin termor, con valentía y sin reserva, llegamos al final de nuestras propias vidas, y con nuestro último aliento también podremos decir: “Misión completada.” Y quizá en ese momento oiremos a Jesús susurrar en las profundidades de nuestras almas: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel”.
Ralph Waldo Emerson dijo: “La manera de escribir tu vida es lanzar tu cuerpo a la marca donde son lanzadas tus flechas”. Estoy de acuerdo de todo corazón, excepto que yo añadiría un matiz en particular: que la manera de vivir es lanzar tu cuerpo a la marca donde son lanzadas tus flechas. Ojalá estemos todos en el campo de batalla cargando sin temor hacia las líneas enemigas y sabiendo que al final de todo, golperamos nuestra última flecha.
Porque aunque no te conozca personalemente, esto sé de seguro: te esperan grandes batallas. Hay dragones que matar y gigantes que derribar. Y aunque puede que no conozcas las batallas que enfrentarás, hay una cosa que puedes saber: que estás listo para la batalla. Que estás preparado para la gran pelea. Que para ti no hay opción. Tu lanzarás cada flecha. Y cuando tu arco esté desgastado, tomarás en tu mano esa última flecha, y con tu último aliento todas las fuerzas que te queden dentro, ¡golpearás y golpearás, y golpearás!