“Mis Huellas. Memorias de un Banquero” de Diego Pulido Aragón
Es un libro que recomiendo especialmente para personas que tienen una posición de liderazgo gerencial; así como para quienes quieren desarrollar una vida profesional en el sector bancario o financiero. De igual manera es una lectura muy interesante para jóvenes quienes podrán comprobar que el avance en la vida profesional se construye con constancia, disciplina, toma de decisiones acertadas, pero también con una adecuada preparación académica y formación de equipos de trabajo.Diego Pulido relata en primera persona, sus 75 años de recorrido en la vida, se describe a si mismo como un “colado, entusiasta”. Considero que es esa precisamente la actitud (colarse/auto-proponerse) que permite a una persona abrirse puertas para alcanzar mayores retos. Aceptar participar en actividades voluntarias, sociales, académicas, comités de trabajo, etc. Todas esas puertas generan el beneficio adicional de aprendizaje, contactos y sobre todo una plataforma para darse a conocer y catapultarse a mejores posiciones.Considero como mi capítulo favorito el IX, titulado: “La Responsabilidad del Líder”, el cual relata lo que el autor considera su secreto de productividad (no mantener ciclos abiertos), expone su concepción de liderazgo y factores de motivación al personal.
También llamó mi atención la descripción que hace su esposa Lucrecia Aroch en las páginas 99-102, y sus hijos en las paginas 241-246, que evidencian, a mi forma de ver, el buen balance familiar que debe tener un líder.
En el recorrido del liderazgo siempre se generan buenos y malos comentarios, lo importante es el balance final, el cual debe ser siempre positivo en los buenos frutos.
El relato en el libro deja claro que una persona con la actitud adecuada, las ganas, la valentía, la constancia y determinación necesaria, inevitablemente crecerá. Todo esto sumado a la búsqueda de buena preparación académica y profesional, así como rodearse de buenos mentores y tener muy claro un propio plan de vida.
A continuación extractos textuales que llamaron mi atención:
Introducción (página 21)
Inicio estas páginas con la aclaración de que toda mi vida he sido un colado. Emigré a Guatemala cuando era un adolescente y a pesar de que estuve a punto de no terminar la secundaria, logré colarme, en el último momento, en el acto de graduación. Me colé en el equipo de fútbol de la universidad y gracias a eso conseguí dos becas para estudiar Economía. Me colé en un banco de reciente creación que le dio un puesto inexistente a un joven desempleado y endeudado, pero muy entusiasta. Me colé en la vida de una mujer hermosa a la que descubrí por una foto en un anuario y que me daría una familia maravillosa. Y así he llegado por casualidad a una diversidad de lugares en los que tuve la oportunidad de aprender, crecer y contribuir a ayudar a otros.
El Colado Entusiasta (páginas 92-93)
Una de mis principales características, diría yo, es que siempre he sido un gran entusiasta y un gran metiche.
En mi época de estudiante de la Universidad Rafael Landívar, por ejemplo, preguntaron quién quería ayudar a fundar la cooperativa y yo levanté la mano. También lo hice cuando pidieron ayuda para construir la primera iglesia de la universidad. Y cuando era trabajador del Banco Agrícola Mercantil, una entidad bastante pequeña y conservadora, me acerqué al subgerente, don Antonio Tono Ferrigno, y le pedí, por pura iniciativa mía, que me nombrara el presidente del Comité de Reina del banco. “¿Y para qué?”, me contestó extrañado. “porque va a ser alegre, todas las patojas podrán participar, ponemos a votar a todo el mundo y a la ganadora la metemos al concurso interbancario, de repente ganamos”, lo persuadí. Aceptó y fui el único miembro del comité.
El día uno (páginas 257-258)
Podría haberme retirado y empezar a vivir de mis ahorros y de los recuerdos de éxitos pasados, pero estoy convencido de que el hombre comienza a empequeñecerse el día en el que sus recuerdos son mayores que sus proyectos. Cuando mira más hacia el pasado que hacia el futuro, se auto convence de que su tarea en el mundo ya está concluida y deja de serle útil a la sociedad. Ningún éxito pasado garantiza los éxitos futuros. Si se desea seguir aportando, se debe seguir creando e innovando.
Hay dos cosas muy tristes; un viejo que se cree joven y un viejo que se siente muerto. Quienes tenemos la oportunidad de conocer el atardecer de la vida, debemos asumirlo con el mismo coraje e ilusión que la juventud. Hay que aceptar que la caída del sol es tan valiosa como la luz de la mañana y del mediodía. Cada hora tiene su propio paso y hay que gozar hasta el último destello en el cielo. Es lo único que pido ahora: poder disfrutar y compartir hasta mi último rayo de luz.
Léalo, le va a gustar.