Escrito por el Doctor David Hormachea, de nacionalidad chilena-americana, es fundador y presidente de la Corporación de ayuda a la familia “De regreso al hogar”, y del ministerio de exposición bíblica conocido como Principios. Ha publicado 16 libros, y transmite programas de radio con enfoque a temas de familia, en más de 800 estaciones de radio.
El libro, es una obra que recomiendo ampliamente y que merece ser comentado. La sola dedicatoria que hace el autor dice mucho acerca de los paradigmas que surgen al ver el título: “Dedico mi libro al adúltero mental, al adultero posible, al adúltero atrapado, al adúltero escondido, al adúltero arrepentido y al adúltero rebelde. Si usted no cae en ninguna de estas categorías, prometo dedicarle mi próximo libro acerca de los mentirosos”.
El autor también declara “Si usted exprime la Biblia, saldrán incontables gotas de gracia, pero si la hojea descubrirá miles de historias de pecado”.
El libro inicia haciendo un recorrido por nuestra propia pecaminosidad, lo cual es una realidad innegable a la que todos estamos expuestos, contínua con la historia del Rey David y sus terribles consecuencias; también expone muchos testimonios que traen esperanza y también advertencias de cuidado.
A continuación extractos del libro, los he redactado de forma textual, con algunas pequeñas modificaciones en cuestiones idiomáticas:
Creo que existen pasos que debemos dar, hay formas de protegernos, existen actitudes y acciones que debemos elegir, y que nos ayudan a evitar ser tan vulnerables, pero también debemos comprender que cualquier descuido, cualquier experiencia en la que se junten una serie de elementos peligrosos, puede provocar nuestra caída.
Estoy convencido de que todos somos vulnerables y de que existen situaciones en que todo parece juntarse para que se dé el momento preciso para nuestra caída. De esa trampa muy pocos se salvan. Cuando debido a nuestras ocupaciones decidimos no dar prioridad a nuestra intimidad con Dios.
Ningún pecado es mortal porque pueda destruir la gracia de Dios. No son pecados mortales en el sentido de que pueda hacernos perder la salvación, sacarnos del estado de la gracia y tener que recurrir a todo otro sistema para poder volver a recuperar la salvación. Ningún pecado es mortal en el sentido de que pueda destruir la gracia de Dios pero hay pecados que son mortales porque su efecto es tan dañino que puede llevarnos a la muerte física.
Todos sabemos cuándo debemos dejar de mirar, pero no siempre lo hacemos. El Rey David no fue culpable de ver, sino por continuar viendo y por seguir forjando en su mente una imagen sexual que le provocó la exitación una excitación que lo motivó a ordenar que le trajesen a Betsabé. La Biblia nunca esconde las historias tristes de sus héroes, ni tampoco exagera la realidad. Cuando afirma que una mujer es hermosa, quiere decir que es fabulosa.
Quiero que comprendamos que aunque existen hombres adúlteros, también los hay fieles y en mis conferencias generalmente digo que si usted tiene un hombre fiel y que lucha por evitar los pecados sexuales, tiene a un extraterrestre, a una persona, no común.
Yo lucho para no encontrarme en una experiencia de adulterio, pero no me confío pues mantengo en mi mente la seria advertencia apostólica que dice: “El que está firme mire que no caiga”.
David tenía un poco más de cincuenta años. Interesante época de la vida que debe ser vivida con precaución si nuestra meta es evitar que nuestra relación conyugal termine en una completa destrucción. Muchos hombres pasan seria crisis durante esta temporada.
Una de las acciones que debemos tener quienes somos personajes públicos, personas populares en sus grupos de interacción, es entender que una vida carismática es una vida peligrosa. Tenga mucho cuidado, pues a todos nos gusta que nos adulen y nos admiren.
Es que las consecuencias de determinados pecados no pueden ser descritas con facilidad, especialmente el pecado sexual que parece tener en el interior su más grande motivación. Por eso es que la Palabra de Dios nos manda a huir de este pecado y nos exhorta a estar firmes, a tomar aliento, a examinar bien para no caer. La advertencia es para las personas que tienen cincuenta, treinta o sesenta años y también para los adolescentes, porque nadie es inmune a la caída. Nadie es demasiado viejo para caer, ni demasiado joven para evitar una caída. Ninguna persona llega al abismo subitamente; el adulterio no es algo repentino, sucede a lo largo del tiempo.
Nuestra más grande batalla no ocurre cuando estamos ocupados haciendo lo que debemos, sino cuando tenemos tiempo de placer, de descanso, cuando tenemos tiempo para estar relajados. Es en la primavera de nuestros días, en los tiempos de descanso, cuando tomamos aquellas decisiones que luego nos atrapan.
Ninguna mujer es culpable de que un hombre se sienta infatuado y excitado al verla, pues nadie se excita a la primera mirada sino cuando continuamos mirando. Es el hombre el culpable de seguir mirando y dando rienda suelta a su imaginación, la que lo lleva al camino de la tentación.
Dietrich Bonhoeffer escribió lo siguiente:
En nuestro cuerpo hay una durmiente inclinación hacia el deseo que es de dos naturalezas, súbito y temerario. Con poder irresistible, los deseos toman señorío en la carne. Un secreto y apasionante fuego es encendido. La carne comienza a arder y están en llamas. No hay ninguna diferencia si es un deseo sexual, o una ambición, o la vanidad, o la venganza, o el amor por la fama, el poder, o la codicia por el dinero. En ese momento, Dios se convierte en algo irreal para nosotros. Pierde toda realidad y solamente el deseo de la criatura es lo real, allí lo único verdadero es la maldad. La maldad no nos llena de odio por Dios, sino de un olvido de Dios. La lujuría se levanta envolviendo la mente y la voluntad del hombre en profunda tiniebla. Perdemos el poder de discriminar claramente y de tomar decisiones. Entonces no queremos oír esa advertencia de estar firmes, al contrario, lo único que anhelamos, es cumplir la acción que apagará nuestro deseo. Es allí cuanto todo en nuestro interior se levanta en contra de la Palabra de Dios. Es por esa razón que la Biblia enseña que en tiempos de tentación de la carne hay un solo camino: huid, huid de la fornicación, huid de la idolatría, huid de los pensamientos lujuriosos, huid de la vanidad del mundo. En cuanto a la lujuría no hay otra forma de resistir a Satanás que huir. Cada lucha en contra de los deseos pecaminosos, realizada con nuestras propias fuerzas, es inútil, finalmente caemos. Lo que estoy tratando de decir, es que si usted no corre, caerá, es asunto de tiempo.
Satanás nunca nos dice la verdad. Nunca le dice el bebedor que tendrá cirrosis. Nunca le dice al adúltero que va a terminar con su familia destruida. Nunca mueve al drogadicto para que piense que en algún momento tendrá una sobredosis. Sus pasiones no pueden comunicarle algo como: “Ten cuidado con esos desvíos emocionales que van a terminar con tu vida”. La conciencia adormecida de una ladrón no es capaz de decirle que tarde o temprano será atrapado y que va a tener que pagar caro las consecuencias. La conciencia adormecida de una ladrón no es capaz de decirle que tarde o temprano será atrapado y que va a tener que pagar caro las consecuencias. La conciencia adormecida de una narcotraficante le hace anhelar satisfacciones pasionales y nunca llenarse. No importa si tiene aseguradas sus vidas y las de sus familias con riquezas generacionales, nunca paran.
La primera fuerza externa que motiva una caída sexual son las personas atractivas. Nos encanta estar con las personas que nos atraen más. Todos nos damos cuenta cuándo vamos avanzando en nuestro proceso y hasta cuando podemos llegar a desarrollar una seria atracción. Se pregunta, usted: ¿Qué hago? La respuesta es sencilla y la acción complicada. Debemos huir de la tentación. Será difícil; chocará contra nuestras pasiones, pero huir, evitar que la atracción continúe, examinar las consecuencias de nuestros pecados anteriores, son sabias decisiones.
La segunda presión para nuestras caídas sexuales la describo como la acumulación de experiencias emocionantes. La atracción inmediata se puede dar con un persona que nunca hemos visto y que tal vez no volveremos a ver. La acumulación de experiencias emocionantes se da cuando seguimos en contacto con una persona. Puede ser un profesional que nos preste servicios regularmente, como un compañero de universidad. Ese no es un corto momento en el que experimentamos atracción, sino un proceso en el que se desarrolla la admiración por una persona mediante el contacto diario o regular con ella.
La tercera fuerza externa es la creciente presión social. Debido a que la sociedad se rige cada día más por valores relativos que por valores absolutos la presión social es cada vez más franca.
Una de las presiones internas es la baja autoestima de la persona. Son vulnerales a las caídas en adulterio las personas que no se dan el valor que verdaderamente tienen.
La segunda fuerza interna son las pasiones. Todos tenemos pasiones que hacen fuertes presiones para ser satisfechas. Aún sin haber acostumbrado exacerbarlas, estas en forma natural nos presionan para que las alimentemos o las satisfagamos.
Otra fuerza interna es el sentimiento de decepción experimentado en las relaciones. Una persona decepcionada de sus relaciones interpersonales es vulnerable. Si se pregunta si se siente atraído por alguien pues está decepcionado de su relación conyugal: ¿Qué hago para evitarlo?, prefiero que se pregunte: ¿Qué hago para no sentirme decepcionado en mi relación conyugal?
El deseo de abonadonar una relación no saludable. Otra fuerza interna es el deseo de huir de una relacion conflictiva. Cuando existe una relación matrimonial que no esta cumpliendo el diseño divino, cuando los cónyuges han llegado al momento de no necesitarse, están preparando el ambiente ideal para el adulterio.
Otra razón para convertirse en una persona más propensa a cometer adulterio es encontrarse en permamentes conflictos matrimoniales y sentirse humillado.
Una de las fuerzas internas más peligrosas y que mueve más a cometer adulterio es la falta de satisfacción sexual.
Algunas mujeres ignoran la importancia que tienen las relaciones sexuales dentro del matrimonio. Encuentran razones para evitar las relaciones sexuales. Se escudan en el cansancio y en vez de planificar temporadas de descanso para poder cumplir con su deber conyugal prefieren evitarlo.
En el proceso de restauración del adulterio, la posibilidad de que el cónyuge inocente recupere la confianza depende de algunos comportamientos básicos por parte de la persona que cometió el pecado. Esta debe contestar con honestidad y recibir ayuda para saber lidiar con sus emociones y comprender la situación emocional de su cónyuge. Debe demostrar su arrepentimiento aceptando que su cónyuge tendrá el derecho a desconfiar e investigar si las promesas y el arrepentimiento son reales. Además, debe terminar toda relación con la otra persona y hacer todo lo posible para no tener oportunidad de relacionarse otra vez. Esto puede incluir un cambio de empleo, si el pecado ocurrió con algún compañero de trabajo, así como toda otra acción y actitud que permita que quien había sido excluido de la vida privada vuelva al lugar de confianza que le corresponde. Debe incluir toda acción y actitud que permita tratar la situación con integridad y responsabilidad.
Cuando pecamos segamos angustia y dolor, a pesar de disfrutar un momento de placer al comentarlo.
No hay ninguna duda de que existe placer en muchos pecados. Precisamente por esa razón nos encanta pecar. Pero, el otro lado de la moneda es que cuando somos objetos de la disciplina divina, nadie la disfruta.
He escuchado dramáticos y dolorosos relatos de pérdidas económicas, pérdidas materiales, pérdidas de confianza de trabajo, de los hijos, del cónyuge, de las familias, de los amigos, de las congregaciones, de los líderes y aun de la libertad y de la vida que han experimentado personas que han decidido involucrarse en un momento de pasión o una temporada de pecado.
Simples etapas de galanteo y de acciones pecaminosas que no necesariamente se convierten en encuentros físicos de adulterio, igual son considerados graves si las examinamos a la luz de las palabras de Jesucristo, que dicen que todo el que mira a una mujer para codiciarla en su corazón, ya cometió adulterio. La participación emocional con una persona fuera de su cónyuge, los encuentros y las cartas amorosas, también son acciones inadecudas y también pueden producir consecuencias muy dolorosas.
La Biblia dice en Proverbios capítulo 5 versos del 20 al 23:
“¿Y por qué, hijo mio, andarás ciego con la mujer ajena, y abrazarás el seno de la extraña? Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas. Prenderán al impío sus propias inquiedades, y retenido será con las cuerdas de su pecado. Él morirá por falta de corrección, y errará por lo inmenso de su locura.”
Ni los carpinteros, ni los ingenieros, ni los jóvenes, ni los ancianos, ni los hombres, ni las mujeres, ni los cristianos, ni los miembros débiles de una congregación, ni los maduros, ni los ministros estamos libres ni somos invulnerables. Es por eso que la Palabra de Dios no nos manda a enfrentar las pasiones y las tentaciones, sino a huir de ellas lo más rápido que podamos.
Cuando se trata de pecaminosidad humana, nadie esta libre de culpa. No debemos preguntarnos si caeremos en pecado, sino cómo podremos fortalecernos para evitarlo y determinar nuestra estrategia bíblica para restaurar a quien peque, así como también saber la manera de restaurarnos cuando caigamos. Lanzar la piedra para condener a la esposa adúltera mientras el marido es violento, la usa sexualmente, la insulta y la humilla, es negar su pecado personal y convertirse en un fariseo hipócrita. Despreciar, maltratar o no perdonar al marido que se arrepiente de su adulterio, mientras la esposa por razones bíblicas y sabias, ignora, maltrata, desprecia y se ha negado a tener relaciones íntimas con su marido, y mientras ella ha rechazado tener intimidad por traumas o legalismos que nunca ha superado, es negar sus pecados personales y convertirse en un fariseo hipócrita. La pregunta es: ¿Nos apedreamos sin misericordia? o ¿Nos confrontamos, arrepentimos y restauramos bíblicamente?.