Autor: Andrés Oppenheimer.
El estilo periodístico de investigación y entrevistas alrededor del mundo, característico de Andrés Oppenheimer, hace de este libro publicado en agosto 2018, un interesante vistazo del futuro del trabajo en lo que se ha llamado “Era de la Automatización”. El libro contrasta opiniones de los llamados “tecno-optimistas” con las de los “tecno-negativistas” e intenta encontrar una visión equilibrada del futuro. Tal como relatan expertos, el cuarenta y siete por ciento de los trabajos existentes corren el riesgo de automatizarse o volverse obsoletos debido a los avances tecnológicos y el crecimiento de los productos y servicios en línea que están por venir en los próximos veinte años. Si bien es cierto, este estudio analiza las tendencias en los países más desarrollados del mundo (USA, Japón, China, Singapur, Alemania, Reino Unido, etc), Guatemala no es excenta de la disminución de posiciones de trabajo debido a la tecnología, lo vemos en el cobro con máquinas en los parqueos en lugar de la persona en “la caseta de la salida”; la maquina que imprime un número de turno en el ingreso de los centros de servicio (bancos, aseguradoras, etc); la implementación de chatbots en las páginas web; las cámaras de seguridad en lugar de los guardias; el cobro por transferencia electrónica o Apps en lugar de los mensajeros-cobradores; el incremento de cajeros automáticos y paginas web de los bancos que nos han alejado de las aburridas agencias bancarias; la caja de cable/internet que ahora se revisa por videollamada; la integración de sistemas cada más completos de ERPs y CRMs entre otros muchos que eliminan posiciones de trabajo. Lo invito que demos un vistazo al análisis investigativo que realiza Oppenheimer en la siguiente compilación textual de varios pasajes del libro.
El desempleo tecnológico.
Varios economistas han alertado en años recientes sobre los posibles efectos disruptivos de los robots y la inteligencia artificial. Sus argumentos eran que, a diferencia de los avances tecnológicos del pasado, la tecnología ahora está avanzando de manera exponencial, cada vez más acelerada. Según La llamada ley de Moore -basada en un artículo de Gordon Moore, el confundador de Intel, de 1965–la capacidad de las computadoras aumenta 100% cada 18 meses, lo que significa que el poder de las computadoras aumentará alrededor de 10,000% en 10 años. Ya en 2003, económistas como Maarten Good y Alan Manning de la London School of Economics habían advertido que el avance exponencial de la tecnología estaba empezando a crear una polarización laboral en la que sólo sobrevivirán los trabajadores con mayor y con menor educación.
El Ranking de los trabajos más amenazados.
Los investigadores de la universidad de Oxford, Inglaterra, Frey y Osborne generaron un algoritmo que mide un ranking de los empleos que tienen más peligro de desaparecer en los próximos años, comienza con los empleos que tienen 99% de posibilidades de ser reemplazados por robots, drones, vehículos que se manejan solos y otras máquinas inteligentes. En esa categoría, según el algoritmo, se encuentran los telemarketers–o vendedores que ofrecen productos por teléfono, los cuales ya han sido reemplazados por robots en muchos países -, los vendedores de seguros, los auditores de cuentas, los bibliotecarios y los agentes aduaneros. Esas ocupaciones las sustituirán programas de computación que pueden acumular información, procesarla y hacer proyecciones para el futuro mucho mejor que los humanos, concluyó el algoritmo. Entre los trabajos con 98% de posibilidad de desaparecer el estudio citó a los empleados administrativos, los empleados bancarios dedicados a analizar y procesar préstamos y los inspectores de compañías aseguradoras, cuyas tareas rutinarias pueden ser fácilmente emuladas por la inteligencia artificial. Y en la misma categoría de riesgo de desaparición están curiosamente los árbitros deportivos, cuyas decisiones serán cada vez más reemplazadas por drones y videos retroactivos de jugadas dudosas que las máquinas inteligentes pueden juzgar con mucha mayor precisión que los humanos. Entre los empleos con 97% de probabilidades de desaparecer están las recepcionistas y los vendedores en las tiendas, que ya están siendo reemplazados por el comercio electrónico y por los robots con aspecto humano (o humanoides), los cuales ya pueden responder preguntas de los clientes, de la misma manera en que Siri (Apple), Alexa (Amazon), Cortana (Microsoft) y otros asistentes virtuales que pueden contestarnos cuando les pedimos una dirección o algún otro dato a nuestros celulares o bocinas inteligentes. Otros empleos que corren 97% de riesgo de desaparecer, según el estudio,son los agentes de bienes raícesque al igual que los agentes de viajesestán siendo reemplazados por portales de internet que nos permiten visitar virtualmente las casas que nos quieren mostrar, así como los cajeros, que ya están siendo reemplazados por máquinas lectoras de precios en muchas tiendas y supermercados.
Entre los trabajo que corren hasta 97% de posibilidades de ser eliminados están, para mi sorpresa, los recepcionistas y los camareros de restaurantes y hoteles. ¿Cómo puede ser eso?, les pregunté a los autores del estudio. Ya esta pasando, me respondieron. En muchos restaurantes de comida rápida de Estados Unidos, como Mc Donald’s, Chili’s, Applebee’s y Panera ya es habitual ordenar sus platos en una tableta a la entrada o fijada en la pared o mesa, y pagar la cuenta de la misma manera a través de nuestros teléfonos. Según voceros de la industria, el principal motivo por el que los restaurantes se están automatizando no es para ahorrar costos, sino para satisfacer a sus clientes; cada vez más clientes de los restaurantes -sobre todo los más jóvenes- prefieren hacer sus pedidos en las tabletas electrónicas o a través de sus celulares.
Entre los trabajos que figuran con 96% de riesgo de desaparición están los cocineros– que ya están siendo reemplazados por brazos robóticos, tal como se ve en las cadenas de restaurantes de sushi en Japón-, las secretarias administrativas, los conserjes de hotel, y otras personas que atienden las casetas de información en las tiendas o lugares públicos, que cada vez más están siendo reemplazadas por tabletas electrónicas o robots con aspecto humano. También entre los trabajos que tienen 96% de probabilidad de desparecer están los taxistas, mensajeros y camioneros-que serán reemplazados por vehículos que se manejan solos-, los guías de turismo, los técnicos dentales, los técnicos farmaceúticos, los carniceros, los asistentes de abogados y los contadoresdice el estudio de Oxford.
Los trabajos que sobrevivirán son los “difíciles de explicar”.
La probabilidad de automatización de un trabajo está muy estrechamente relacionada con el nivel de habilidades o estudios. La gente con altos niveles de habilidades o estudios estará bien equipada para moverse hacia los nuevos trabajos que surjan en los próximos años, mientras que los que están menos capacitados serán los que corren más riesgo de ser reemplazados por completo”.
Otros futurólogos que entrevisté coincidieron en que la formación académica y las habilidades como las creatividad, la orginalidad, la inteligencia social y emocional -que también deberán enseñarse en las universidades- serán clave para las profesiones del futuro. Y la formación académica tendrá que ir mucho más allá de las actuales carreras unidimensionales, como la abogacía, la medicina o la adminstración de empresas. Las nuevas carreras universitarias serán cada vez más interdisciplinariase incluirán capacidades tecnológicas y habilidades de razonamiento crítico, resolución de problemas y trato interpersonal. Además serán intermitentes, en el sentido de que incluirán actualizaciones de por vida. Por ejemplo, un médico dermatólogo hasta ahora estudiaba únicamente medicina, se especializaba en dematología y dedicaba buena parte de su tiempo a ver las manchas en la piel de sus pacientes y a decidir cuáles son potencialmente cancerosas. Pero ahora ya existen aplicaciones de nuestros teléfonos inteligentes que pueden sacar una foto de las manchas en la piel y decirnos al instante si las manchas son “buenas” o “malas”.
Los médicos que quieran dedicarse a la dematología tendrán que especializarse en terapias de cáncer en la piel que serán tratadas cada vez más con la ayuda de algoritmos y robots, para lo cual tendrán que estudiar más estadística y quizá algo de robótica. Todos los médicos que tengan un buen trato humano y empatía con sus pacientes y que puedan explicar los diagnósticos de las máquinas inteligentes serán requeridos en el futuro, pero los que entiendan mejor las nuevas tecnologías serán los más existosos.
El caso de los jueces de reducción de penas israelíes.
Hasta los jueces -una profesión de alto prestigio que exige habilidades que normalmente no asociamos con las de las computadoras, como la capacidad de tomar decisiones y el buen criterio- corren el riesgo de ser reemplazados por algoritmos mucho más eficientes. Los algoritmos no tienen prejuicios y son imparciales.
Un estudio del profesor Shai Danziger de la Universidad Ben-Gurión de Israel, quien investigó los veredictos de ocho jueces israelíes durante 10 meses, descubrió que los jueces emiten fallos más generosos al inicio del día (aprobaban 2/3 en promedio de los casos) y después de comer al mediodía (casi el otro tercio). El estudio indica que a medida que pasa el día el mal humor de los jueces y el cansancio en el trabajo incide en su toma de deciiones, especialmente por dos razones: El primero es el nivel de azúcar en la sangre, que disminuía progresivamente durante el curso del día a medida que pasaban las horas desde el desayuno. El segundo factor clave podría ser, el número de casos que habían evaluado. Según esta última explicación, la toma de decisiones es una tarea que agota la mente mucho más que las horas de trabajo, y a medida que pasaban las horas y los jueces debían examinar más casos, aumentaban su mal humor y sus veredictos negativos.
Por primera vez, la tecnología crece más rápido que el empleo.
Cuando Estados Unidos empezó a utilizar la electricidad a principios del siglo XIX, tuvieron que pasar 46 añospara que la electricidad llegará al 25%de la población. Cuando se inventó el teléfono, pasaron 34 añospara que fuera adoptado por el mismo porcentaje de la población. Con la radio, pasaron 32 años; con la televisión, 26 años; con internet, siete años, y con Facebook, apenas 4 años. Quienes encendían las lámparas de gas callejeras en el siglo XIX tuvieron varias décadas para adpatarse y cambiar de profesión mientras se expandía el uso de los faroles eléctricos. Hoy día, los trabajos de los vendedores, guardias de seguridad, cajeros de supermercados y hasta cirujanos están siendo amenazados por robots y algoritmos de una día para otro, sin darles mucho tiempo para reinventarse.
Menos trabajadores podría significar menos consumidores.
La tecnología ha hecho crecer el producto bruto mundial y ha abaratado los productos de tal manera que -a diferencia de nuestros antepasados- la mayoría de la gente vive más tiempo y mejor que antes. Hasta ahora, la aceleración tecnológica de las últimas décadas ha coincidido con una reducción de la pobreza en el mundo y no al revés. Según datos de las Naciones Unidas, en 2015 había 836 millones de personas en el mundo viviendo en la extrema pobreza o con menos de 1.25 dólares por día, la mitad de las que había en 1990.
Los tecno-optimistas dicen que todo será para mejorar.
¿Se justifica tanta alarma por el desempleo tecnológico? Los tecnooptimistas siempre han desechado estos argumentos, señalando que los tecnopesimistas vienen diciendo desde hace siglos que la tecnología nos va a llevar a un mundo de desempleados y siempre se han equivocado. En la Revolución Industrial de fines del siglo XVIII y principios del XIX, los trabajadores textiles en el Reino Unido quemaron las máquinas de tejer para protestar contra los nuevos telares automáticos, que estaban empezando a sustituir a los manuales. La gran protesta de Nottingham en el año 1811, que pasó a ser conocida como la rebelión de los ludditas, se convirtió en un símbolo de las protestas contra el desempleo tecnológico. ¿Y qué ocurrió? Lo contrario de lo que temían los ludditas: los nuevos telares automáticos abarataron enormemente el precio de la ropa, lo cual permitió que la gente tuviera más ingreso disponible para comprar más ropa y otros productos, y eso produjo mayor empleo y mayor bienestar, dicen los optimistas.
Además, contrariamente a los temores de los tejedores manuales, la tecnología creó nuevos empleos que antes no existían. El enorme aumento del consumo mundial de ropa gracias a los nuevos telares automáticos creó una demanda para diseñadores, ingenieros textiles, operadores de máquinas, distribuidores, gerentes de marketing y muchas otras labores que antes no existían o que no habían sido tan necesarias. Según un estudio del economista James Bessen, de la Unviersidad de Boston, la cantidad de trabajadores textiles se cuadruplicó entre 1830 y 1900. Y el aumento de empledos generados por otras industrias gracias al mayor ingreso disponile de la gente fue igualmente impresionante.
El automóvil generó más empleos.
Lo mismo ocurrió a principios del siglo XX, cuando Henry Ford comenzó a producir automóviles en serie y los conductores de carretas organizaron protestas por temores de que la nueva máquina rodante los dejaría sin empleos. Efectivamente, el automóvil dejó sin trabajo a los conductores de carruajes, a los cuidadores de caballos y a muchos herreros. Sin embargo, pocos previeron en ese momento que los automóviles generarían millones de nuevos empleos en las fábricas automotrices, la construcción de carreteras de asfalto, las estaciones de gasolina y los talleres mecánicos. Hoy día hay muchísima más gente trabajando en la industria automotriz de la que había en la industria de carruajes hace más de un siglo. La gran pregunta es si eso va a seguir ocurriendo en el futuro, con el avance cada vez más rápido de la tecnología. Cuando cada vez más de nosotros usemos servicios de taxis privados como Uber, o taxis que se manejen solos y sean más económicos que un automóvil propio, habrá que ver cuánta gente trabajará en la industria automotriz.
Según los tecno-optimistas, la clave son los empleos indirectos.
Los tecnooptimistas argumentan que la comparación entre los 758,000empleados que tenía AT&T hace algunas décadas y los 55,000empleados de Google o los 76,000de Apple hoy en día es engañosa. Esta comparación estrictra no toma en cuenta la enorme cantidad de empleos indirectos que han generado Google y otras empresas tecnológicas, señalan. Desde la salida al mercado de su primer Iphone exitoso en 2007, Apple ha desarrollado una plataforma en la que emprendedores de todo el mundo crean cientos de miles de aplicaciones, las cuales han generado empleos para 1.9 millonesde personas en Estados Unidos, según cifras del portal de internet de Apple. Entonces, la cifra correcta de empleados de Apple no debería ser 76000, sino 1.9 millones, señalan.
Las nuevas tecnologías hacen aumentar el empleo de tres maneras, dice un estudio titulado “El próximo boom de la productividad”, de los economistas Michael Mandel y Bret Swanson, comisionado por el Consejo de Presidentes de Empresas Tecnológicas. En primer lugar, generan empleos directos para los trabajadores que manufacturan sus productos;en segundo lugar, generan empleos indirectos al propiciar plataformas como la del Iphone, que permiten que millones de emprendedores inventen aplicaciones que a su vez se convierten en nuevas empresas; y en tercer lugar, aumentan la productividad, lo que abarata los costos y libera más dinero para que las empresas y los consumidores puedan invertir en otras cosas.
Otros motivos de optimismo: La riqueza y el abaratamiento de todo.
En Estados Unidos, hoy día, 99% de los estadounidenses que viven por debajo de la línea de pobreza tienen electricidad, agua potable, servicios sanitarios y un refrigerador; 95% tiene un televisor; 88% tiene un teléfono; 71% tiene un carro y 70% tiene aire acondicionado. Esto puede no parecer gran cosa, pero hace 100 años, hombres como Henry Ford y Cornelius Vanderbilt estaban entre los más ricos del planeta, aunque tenían poco de estos lujos.
La economía mundial sigue creciendo y el costo de vida de todos nosotros caerá dramáticamente durante los próximo 20 años.
La vivienda, el transporte y los alimentos serán más baratos.
Hoy día, 70% de lo que pagamos por los alimentos se debe a los costos de transporte, almacenamiento y empaquetado. Pero cuando el transporte se haga en camiones autónomos, cosa que ocurrirá tan pronto como en los próximos cinco años, y el almacenamiento y empaquetado sea realizado por robots, lo cual ya ocurre en algunos supermercados, los precios de los alimentos caerán aún ás vertiginosamente.
Una cosa parece segura: habrá más inequidad.
La gente con más estudios estará mejor preparada para adptarse a los cambios tecnológicos y trabajos en los nuevos empleos que se crearán. Los robots van a reemplazar a más trabajadores manufactureros que a físicos nucleares, porque estos últimos harán trabajos menos automatizaables. Será difícil que un trabajador manufacturero que no ha terminado el bachillerato pueda reinventarse como analista de datos, mientras que un ingeniero o un físico no tendrán problemas en hacer la transición a otros trabajos que requieran creatividad, razonamiento abstracto y pensamiento crítico.
La educación es, y será cada vez más, el secreto de la supervivencia laboral y de la prosperidad individual. La sociedad se dividirá en tres grandes grupos: una élite que será capaz de adecuarse constantementee al avance de la tecnología y ganará cada vez más dinero, un segundo grupo de gente que prestará servicios personalizados para la elite -los entrenadores físicos, personal trainners, coaches, profesores de piano y chefs a domicilio- y un tercer grupo de quienes básicamente se quedarán sin empleo y que quizá reciban un ingreso básico universal para las víctimas del desempleo tecnológico. El historiador y futurista Yuval Noah Harari se ha referido a esta tercera categoría como “la clase no trabajadora” o -más crudamente- “ la clase inútil.
Al humano podría pasarle lo que le pasó a los caballos.
Antes de la intervención del automóvil, los caballos impulsaban carruajes y arados, lo que ayudaba a aumentar significativamente la productividad, pero luego los carruajes fueron reemplazados por los automóviles, y los arados por tractores, lo cual redujo la necesidad de utilizar caballos y condujo a un colapso de la población mundial de equinos. De 26 millones de caballos en 1915, se redujo a 2 millones en 1950. ¿Podría ocurrir lo mismo con la especie humana, cuando los robots hagan casi todos los trabajos?
El futuro es esperanzador pero la transición será cruel.
A largo plazo, la automatización del trabajo traerá consigo un enorme aumento de la productividad que abaratará los productos y producirá un crecimiento económico que nos beneficiará a todos. Pero a corto plazo, hasta que el aumento de la productividad se traduzca en ingresos masivos para nuestros países y nos pongamos de acuerdo en cómo distribuirlos mejor, muchos traajadores quedarán desempleados y marginados. Por más que los tecnooptimistas tengan razón en decir que las nuevas tecnologías crearán muchos empleos indirectos, hay un hecho indudable; las empresas manufactureras de hace dos o tres décadas empleaban mucha más gente que las empresas tecnológicas de nuestros días y daban muchas más prestaciones sociales que los trabajos de servicios en la actualidad.
Así como vimos un movimiento antiglobalización en las décadas de 1990 y 2000, veremos un movimiento antirobotización en las décadas de 2020 y 2030. Las protestas contra Uber en algunas principales capitales del mundo, y más recientemente contra Facebook por violaciones a la privacidad son apenas un anticipo de lo que podrían ver en los próximos años.
Los restaurantes contratarán ingenieros y analistas de datos.
Mediante la minería de datos de Facebook, Twitter y las aplicaciones de reservas de mesas, muchos restaurantes en Estados Unidos crean perfiles de cada uno de sus clientes -su fecha de cumpleaños, sus preferencias gastronómicas, sus bebidas favoritas, sus alergias y hasta su mesa preferida- para poder hacer campañas promocionales personalizadas. ¿Tus amigos te están mandando felicitaciones por tu cumpleaños en las redes sociales? Pues el restaurante te mandará un email felicitándote, aprovechará la oportunidad para contarte que tiene un menú con nuevos platos y te ofrecerá un descuento si festejas con tus amigos ahí. ¿No has regresado al mismo restaurante en 60 días? El programa de computación te envia un mensaje personalizado, ofreciéndote una promoción especial para ti y tus amigos.
La crisis de las tiendas comerciales.
En 2017, Macy’s -una de las tiendas comerciales más conocidas de Estados Unidos- anunció el despido de 10,100 empleados y el cierre de 68 grandes tiendas en todo el país. La noticia generó grandes titulares, pero no hizo más que confirmar lo que estaba pasando con varias otros tiendas físicas en el mundo que estaban siendo rebasadas por el comercio electrónico. Tan sólo en los primeros meses de 2017, habían cerrado-además de las 68 tiendasde Macy’s, 552 locales de Radio Schak, 400 de Payless, 250 de The Limited, 130 de JC Penney, 108 de Kmart y 42 de Sears. Un estudio del banco Credit Suise proyectaba que cerrarían 8,600 tiendas físicas en 2017 en Estados Unidos, más que las 6,163 tiendas que cerraron sus puertas en la gran recesión de 2008, a pesar de que en ese lapso la economía norteamericana se había recuperado con creces.
Compraremos desde nuestra casa con visores de realidad virtual.
La realidad aumentada con aplicaciones en nuestros celulares ya nos permite “probar” diversos muebles en el espacio real de nuestra sala de estar, para decidir cuáles se combinan mejor con el color de nuestras paredes. O, de la misma manera, podemos “probar” diversos modelos de ropa en nuestro cuerpo al ver virtualmente ¿cómo nos quedan?.
Sosteniendo un dispositivo de Google parecido a un teléfono inteligente, pero especializado en aplicaciones de realidad aumentada, puede apuntar con un aparato hacia las paredes de la sala y mostrar una imagen del mismo recinto sin ningún mueble. Luego puede buscar en internet una tienda de muebles y comenzar a insertar varias mesas, silla y sillones en la sala virtual vacía, hasta que pueda elegir los muebles con los colores y tamaños que más le gusten e insertarlos en la sala.
La visualización es una parte clave de las ventas. Los expertos dicen que si un cliente tiene la posiblidad de ver un producto, hay tres veces más probabilidades de que lo compre. Antes, eso muchas veces no era posible, porque no todas las tiendas tenían en inventario el mismo sillón en todos los colores. Con la “realidad aumentada”, ahora puedes ver todas las combinaciones de sillones en el ámbito real de la sala donde quiere ponerlos”.
La realidad virtual: “la nueva revolución tecnológica”
Según un estudio de Bank of America y Merrill Lynch destinado a asesorar a sus clientes sobre potenciales inversiones, la realidad virtual y la realidad aumentada serán la nueva “revolución tecnológica”, equivalente a lo que fueron en su momento la aparición de internet y los teléfonos inteligentes. Según el estudio, los visores y anteojos de realidad virtual podrían ser los nuevos dispositivos que “dominarían al mundo tecnológico, combinando el mundo físico y el mundo digitalizado para los 3500 millones de usuarios de internet, los 3.6 millones de usuarios de teléfonos móviles de banda ancha y todos quienes tengan televisores en el mundo”. El estudio continúa diciendo que la realidad virtual “impactará a cada sector y cada compañía, transformando la forma en que se promocionan, diseñan, manufacturan y venden sus productos”.
Los centros comerciales deberán ofrecer “experiencias memorables”
En 2025, los centros comerciales que sobrevivirán serán los que ofrezcan “experiencias memorales”, dicen los futurólogos del comercio minorista. Ya desde hace varios años hay gigantescos centros comerciales en Minnesota, Dubái, Bongkoky varias otras ciudades que tienen pistas de esquí con nieve artificial o tanque para hacer esnórquel para atraer al público. Esas atracciones se expandirán a otro tipo de actividades, incluyendo campos de futbol, estadios de tenis, salas de conciertos, conferencias, clases de yoga y cursos de cocina.
Los centros comerciales ya no podrán depender de las tiendas para atraer clientes, porque estos últimos ya pueden comprar sus productos en línea y pronto los van a ver mucho más nítidamente con sus dispositivos de realidad virtual. Por lo tanto, los centros comerciales tendrán que crear motivos especiales que hagan que la gente diga “¡caray!”, y los visite. Y van a tener que renovar estas atracciones constantemente. Tendrán que contar con espacios de diseños dinámicos, cambiantes y crear eventos para sorprender a sus visitantes.
Los comercios requerirán más analistas de redes sociales.
Desde 2013, cada vez más tiendas utilizan tecnologías como iBeacon (sistema de posicionamiento en interiores de Apple) que puede identificar la localización exacta de cada comprador dentro de su tienda. Apple viene utilizando estas aplicaciones desde hace varios años con sus clientes, que aceptan ser localizados dentro de sus tiendas a cambio de recibir descuentos especiales y de tener -como en el GPS del automóvil- un mapa de tienda en su celular para indicarles dónde pueden encontrar los productos que buscan, e incluso los comentarios sobre cada producto de los consumidores. Y muchas otras tiendas, desde farmacias hasta supermercados, ya están utilizando estos sistemas de hiperlocalización para maximizar sus ventas.
¿Y por qué hay tanta gente que acepta bajar estas aplicaciones que revelan donde estamos? Porque la tentación de recibir ofertas de productos rebajados de precio es mucho más poderosa que el miedo a perder un poco de privacidad, o el temor a ser bombardeados con avisos. Todo esto requerirá que las tiendas contraten a muchos ingenieros y programadores que no son visibles, pero que ocuparán puestos de trabajo que antes no existían, dicen los optimistas.
Lo importante no es la enseñanza sino el aprendizaje.
Un concepto parecido al de las “clases al revés”, que también enfatiza el aprendizaje sobre la enseñanza, es el modelo de “educación democrática”, que existe desde hace varios siglos, pero que ha sido implementado más reciente por Yaacov Hecht en varias escuelas de Israel. En estas escuelas, son los niños quienes toman las decisiones sobre qué quieren estudiar y cómo se deben desarrollar. El voto de los niños vale lo mismo que el de los adultos y, entre otras cosas, los estudiantes pueden decicir por mayoría de votos -dentro de ciertos parámetros- las políticas escolares, como la duración de los recreos o las reglas disciplinarias.
La prioridad número dos de los maestros: fomentar la curiosidad.
“Las escuelas modernas tienen que fomentar un sentido masivo de la curiosidad. La curiosidad es algo innato en los niños, pero muchas veces se pierde a media que avanza la vida. Sin embargo, se podría decir que la curiosidad es responsable de todos los avances científicos y tecnológicos”.
La ética y la empatía pueden enseñarse.
En Dinamarca, las escuelas públicas dan clases de empatía a los estudiantes de 6 a 16 años, con excelentes resultados. Los niños daneses deben dedicar una hora de clase por semana a discutir un tema que los afecte -ya sea un conflicto entre dos estudianres o un tema mundial del momento- y encontrar una solución. Al final de cada clase, todos comparte un pastel, que los estudiantes se turnan para llevar. Varios estudios muestran que estas clases de empatía han ayudado, entre otras cosas, a reducir los casos de bullying.
El mito de los triunfadores que no terminaron sus estudios.
El estudio, realizado por Jonathan Wai, de la Universidad de Duke, y Heiner Rindermann, de la Universidad Tecnológica de Chemnitz, examinó los casos de 11,745 tipos de triunfadores -incluyendo presidentes de corporaciones, senadores, jueces, emprendedores multimillonarios- y encontró que 94% fue a la universidad y que la mayoría se graduó. Hay muchos más triunfadores como Jeff Bezos, fundador de Amazon y graduado en Princeton, y Sheryl Sandberg, jefe de operaciones de Facebook y graduada en Harvard, que los casos extraños de Gates y Zuckerberg, que no terminaron sus estudios universitarios en Harvard y tuvieron éxito, señalan los investigadores.
El futuro de las universidades: 50% presencial, 50% en línea.
MIT acaba de iniciar un programa piloto de mini-maestrías, mediante el cual ofrece cursos en línea que, tras la aprobación de un examen, ofrecen un certificado académico. Y si el estudiante quiere obtener su diploma de maestría completa, puede realizar la parte de sus estudios en forma presencial en la universidad y graduarse. En lugar de pagar para ir a la universidad cuatro o cinco años y recibir un título, en el futuro vas a pagar para estar conectado a tu universidad y estar continuamente aprendiendo de por vida. Entrar en la universidad será algo así como comprar una suscripción de Netflix.
Habrá cinco tipos de profesores universitarios.
Las máquinas inteligentes serán insuperables para impartir la educación informativa, gracias a su paciencia infinita, su tiempo ilimitado y su capacidad para contestar cualquier pregunta en forma personalizada según las necesidades de cada estudiante. Pero harán falta docentes humanos paga guiar, motivar y formar éticamente a los estudiantes. Y a medida que los robots hagan cada vez más trabajos rutinarios de trabajadores manufactureros, meseros y recepcionistas, habrá cada vez más necesidad de contratar a analistas de datos, ingenieros y otros profesionales que requieren estudios universitarios.